En ocasiones, la televisión abierta puede ser un gran aporte en el sano, y a veces doloroso, ejercicio de mirarnos a la cara. La serie "Chile en llamas", que Chilevisión exhibe los miércoles en la noche, muestra que la censura fue, es y será un tremendo tema en nuestro país. Y, a través de ese prisma, podemos sorprendernos de lo mucho que hemos cambiado como sociedad en pocos años.
El primer capítulo, centrado en "El cuerpo", mostró varios casos que en su momento tuvieron mucha exposición pública: la "casa de vidrio", en la que una actriz mostró su intimidad en pleno centro de Santiago (2000); el semidesnudo con bandera chilena de Patricia Rivadeneira en el Museo de Bellas Artes (1992); la escena de sexo real en el Festival de Nuevas Tendencias Teatrales (1998). Y suma y sigue. La reacción de la prensa y de algunos sectores de la sociedad frente a estas situaciones resulta inimaginable hoy. Para mayor prueba, los realizadores de la serie pusieron hoy a caminar desnuda por la calle a una símil de Baby Vamp, personaje que en 2002 causó escándalo en el metro de Santiago. En 2015 apenas la miraron.
El segundo capítulo se centró anoche en el tema de "El género". Hubo casos de artistas y escritores chilenos que, en vida, no mostraron su verdadera orientación sexual (Gabriela Mistral, José Donoso) o que tuvieron problemas por hacerlo (Pedro Lemebel). Y también a varios artistas que funcionaron en los márgenes, no siempre censurados pero sí sufriendo el desdén y la desconfianza de la institucionalidad cultural. Aquí estuvieron la fotógrafa Paz Errázuriz y su serie de fotos "La manzana de Adán", que inspiró la obra de teatro del mismo nombre, dirigida por Alfredo Castro. También las fiestas Spandex y los videoclips de Germán Bobe, exitosos afuera y censurados aquí.
Todos estos casos van bien acompañados de testimonios de sus protagonistas o de testigos presenciales que tienen los pergaminos para reflexionar sobre lo ocurrido. También hay imágenes inéditas sobre las distintas situaciones. Esta serie de siete capítulos, dirigida por la documentalista Carmen Luz Parot, es sin duda un aporte de la pantalla chica a nuestro autoconocimiento como sociedad, en un ejercicio que entretiene y, en ocasiones, provoca pudor.