La velocidad de los avances tecnológicos hace cada vez más difícil distinguir ciencia ficción de realidad. Aquí algunos ejemplos que pueden sorprenderlo:

Vehículos sin conductores: Dos grandes compañías automotrices anunciaron recientemente que en 2020 estarán comercializando autos que no requieren de un humano para ser conducidos. ¿Ciencia ficción? Claro que no. Por si no estaba al tanto, el coche autónomo ( self-driving car ) de Google ya ha acumulado más de un millón de millas de pruebas en las calles de California y Texas, dos de los cuatro estados de los EE.UU. que ya cuentan con legislación para tales vehículos. Por su parte, el Primer Ministro de Japón, Shinzo Abe, anunció hace pocos días que el país sorprenderá al mundo con transporte automatizado durante los Juegos Olímpicos de Tokio del 2020. Todo para minimizar los errores humanos, asegurando la eficiencia y calidad del servicio.

Tiendas sin vendedores: El crecimiento del E-commerce continúa revolucionando el comercio en el planeta. En los EE.UU., por ejemplo, no es extraño ahora encontrar "tiendas" en donde no se venden productos. Los locales se han transformado en servicios especializados de atención al consumidor, en donde un experto contesta las dudas de sofisticados clientes que buscan consejo ante la ilimitada oferta desplegada en el sitio web de la compañía. No se observan cajeros, ni reponedores, ni vendedores. Y el público no los extraña, pues la eficiencia y la satisfacción del cliente están aseguradas.

Correo sin carteros: La apuesta de Amazon por desarrollar un sistema de entrega de paquetes vía drones avanza con fuerza. A la buena acogida de la autoridad aérea del Reino Unido se sumó hace pocos meses la autorización en los EE.UU. de las pruebas de tal servicio. "Los drones de Amazon serán tan comunes como los camiones de correos", dijo hace un par de semanas el CEO de la empresa, Jeff Bezos, demostrando su optimismo. La automatización de la cadena de distribución generaría ganancias en eficiencia inmensas, impactando directamente en el bienestar del consumidor.

Los latinoamericanos vemos estos cambios tecnológicos con desconfianza. La histórica tolerancia a las desprolijidades propias del ser humano no solo nos hace dudar de ellos, sino que explica nuestra funesta indiferencia ante potenciales ganancias en eficiencia y productividad.

Sin embargo, de la mano de la reforma laboral, Chile puede cambiar la historia. Piense: Si no se puede reemplazar trabajadores en caso de huelga, ¿por qué no evitarlas de plano incorporando tecnología que reemplace a las personas? ¿Capacitar?, para qué si se puede automatizar. Con algo de suerte, las ganancias en productividad pueden ser considerables. Por supuesto, para los trabajadores los cambios serán más cercanos al género del terror que al de ciencia ficción. Todo gracias a los visionarios que pensando en los '70, sin quererlo, diseñaron lo que puede ser una de las más revolucionarias reformas del siglo XXI.