Sorprende el anuncio por la Presidenta Bachelet en Naciones Unidas del envío de fuerzas militares al África. Chile tiene formas más urgentes y eficientes para cooperar con la paz internacional.
Es el momento de una cooperación internacional distinta, más eficaz y alineada a nuestras prioridades y con visión estratégica. Bolivia impulsa una activa campaña de propaganda y descrédito, potenciada por el fallo de la Corte de La Haya. El Presidente Morales intervino esta semana en la Asamblea de la ONU para calificarnos de invasores. Nos insultó con un revisionismo histórico, atribuyendo la acción de nuestro pueblo y soldados al interés de "grupos oligárquicos apoyados por transnacionales inglesas". Fue desconsiderado con la Presidenta: sabía que no podría desmentirlo, porque le había precedido y allí no hay derecho a réplica.
Sí, esa era una buena oportunidad para que la Presidenta hubiese dejado claramente establecidos los privilegios del libre tránsito otorgados a Bolivia, los riesgos de alterar la estabilidad de las fronteras y, especialmente, que tribunal alguno puede condicionar negociaciones y disponer de la soberanía nacional. Nada parecido se dijo.
Aumentemos la cooperación internacional. Reasignemos los millones de dólares que despilfarramos en Haití. Enfoquemos la cooperación en planes que tengan reconocimiento con estados como los del Caribe y Centroamérica, secuestrados por la asistencia venezolana. Echemos a andar el programa de acogida de refugiados sirios que impacta a la comunidad mundial. Aportemos fondos para una acción especial de la diplomacia tradicional y pública en apoyo de nuestra soberanía. Si queremos mejorar la presencia en África, establezcamos misiones diplomáticas, como también en la Europa oriental. En vez de enviar a nuestras fuerzas armadas al África, aprovechémoslas para colaborar en el control de la frontera norte, amagada por el narcotráfico, el contrabando y demás riesgos para la seguridad nacional.
Soldados chilenos en territorio africano es extravagante y de dudosa utilidad para los intereses nacionales. Es exótico por los dialectos y la cultura local. Es peligroso por las patologías masivas y guerras civiles y tribales. Es costoso y puede eternizarse: ya sabemos que la misión en Haití, que ya va en diez años, ha tenido un costo estimado de más de 200 millones de dólares para el erario nacional, cercano al presupuesto anual de la Cancillería. Tropas en África poco o nada contribuyen a la profesionalización y entrenamiento de las Fuerzas Armadas chilenas. Al igual que en Haití, es una operación conjunta con ejércitos del tercer mundo, bajo un modelo fracasado y escuálidos financiamientos de Naciones Unidas.