Colo Colo les está dando la razón a los que creen que este tipo de campeonatos cortos tienen un formato que por criterios comerciales deja la competencia de lado, como si el premio mayor fuera objeto de un sorteo. ¿Qué pasa si este domingo le gana a Universidad Católica? Lo más probable es que asegure más de la mitad del título, aunque en las siete fechas restantes deba enfrentar a cinco equipos que se ubican en la parte alta de la tabla, porque en el peor de los casos al término de esta jornada quedará con una ventaja de seis puntos sobre 21 por jugar, con cinco partidos en Santiago (tres en el Monumental) y dos salidas de visita (Talcahuano y Valparaíso).
Cuando en la ANFP se establecieron las bases del campeonato más corto del mundo, la ecuación tuvo como factores un calendario restringido en fechas por la Copa América, las eliminatorias Rusia 2018 y el interés superlativo por otorgarle "atractivo" al certamen con una vuelta olímpica de por medio. La opción de jugar un torneo regular de todos contra todos en dos ruedas no se consideró porque desde hace más de una década el principio de competencia deportiva lo votan los dirigentes pensando en sus tesorerías, ligadas orgánicamente a las conveniencias del Canal del Fútbol. Y como el espectáculo televisivo tiene como norma un inicio y un desarrollo instrumentales a un desenlace dramático y tenso, el formato de torneo reducido es el que más garantías ofrece en función de la ganancia.
Colo Colo no tiene la culpa de salirse de libreto y dejar en evidencia toda la fragilidad que posee un campeonato de 15 fechas, adaptado para calzar las fechas con el calendario europeo y destrabar reglamentos que impidan transferir más jugadores, y "vendido" mañosamente a los clubes chicos como un escenario más democrático y factible para salir campeón.
El problema es que en la medida en que todos los participantes aceptan un patrón competitivo que soporte algo más que desviaciones estándar -como es el rendimiento máximo de un equipo en las primeras siete fechas-, no hay nada más que hacer. Los dueños del fútbol chileno se han puesto tan inusitadamente arrogantes e inmediatistas, como los nuevos ricos, que ni siquiera están preocupados de cuánto pueda dañar el producto un torneo carente de una disputa real y que puede estar definido antes de que se cumplan dos tercios de su extensión.
Tienen (y también tenemos) que agradecerle a la diosa fortuna que este arranque perfecto suceda con el club de mayor poder de convocatoria para que por lo menos el marco de público del líder no sea tan patético como el que registran la mayoría de los equipos.