Como hemos dicho otras veces en estas columnas, la sociedad cambia, las patologías cambian y las instituciones no siempre intervienen en los nuevos problemas que causa la modernidad.
Particularmente me refiero a las acusaciones de abuso sexual.
Dije en una columna anterior que, lamentablemente, estas acusaciones que son graves y requieren la intervención inmediata, se han usado por las mismas mujeres para hacer acusaciones que son más venganza que realidad.
Las instituciones deben regular el proceder de los profesionales en salud mental, en particular psiquiatras y psicólogos respecto del poder que tenemos ante las familias cuando nos encontramos frente a un caso como este. Por ejemplo: una paciente le dice a su terapeuta que su marido está abusando de su hija, de dos o tres años. La psicóloga inmediatamente se acoge a un estatuto que está centrado en el Poder Judicial y no en profesiones liberales como la nuestra y prohíbe que la niña vea a su padre hasta que un tribunal lo permita. Sabemos que eso puede ser materia de años porque los tribunales de familia están atiborrados de casos. Esta psicóloga solo tiene la versión de la madre. Hace esta prohibición sin citar al padre, no entrega informes a la familia. Simplemente y solo por la versión de una mujer, separa al padre de su hija.
La familia ruega, exige, pide; el padre desesperado pide hablar con ella. Nada. Y pasará un largo tiempo antes de que ese padre pueda ver a su hija. El daño es también para la niña.
Nadie nos dijo cuando nos recibimos que teníamos ese poder. El Colegio de Psicólogos no tiene protocolos que conozcan sus miembros respecto de poder tomar esa decisión sin, al menos, haber visto a todos los involucrados y recurrido a interconsultas varias para tomar una decisión que afecta a una familia y a una niña para toda la vida.
Los peritajes que ha encargado el Poder Judicial le han dado la razón al padre. ¿Quién castiga a la psicóloga? Nadie.
Los médicos están sujetos a protocolos estrictos y son demandados con frecuencia. ¿Es la psicología menos importante? Estamos frente a un caso grave que debiera preocupar al Colegio de Psicólogos, al Sernam, al Poder Judicial.
En esta columna yo quiero proteger a los que sufren y por eso me atrevo a insistir que esto no pase inadvertido. Separar a un padre de una hija es un hecho grave, que solo puede tomar el Poder Judicial y no una psicóloga por sí y ante sí. Este es un abuso en cualquier parte del mundo civilizado.
Cuidemos a nuestros niños, exijamos reglas claras.