El joven músico está al borde de su piscina con los pies en el agua. Los mueve y es como si las ondas que estos generan se transformaran en música que primero inunda su cabeza y luego el mundo entero. Se pasa la noche entera escuchándolas, pero al amanecer ya es demasiado: siente que esa muralla de sonido está acabando con él.
Es una de las escenas más trágicas -y bellas- de "Love & Mercy" (2015), el filme biográfico sobre Brian Wilson, líder de los Beach Boys; por lo mismo, debiera ubicarse en el núcleo dramático del relato. Lo interesante es que no es así. No existe en la película un instante preciso en el que Brian atraviese por fin la barrera de la cordura para hundirse en el abismo de la depresión maníaca; la cinta, de hecho, parece sugerir lo contrario: que su protagonista siempre estuvo al borde de caer.
Ambientada en dos eras simultáneas -mediados de los 60 y fines de los 80, "Love & Mercy" es el extraño caso de una biopic que no necesita colgarse del mito en torno a su protagonista para imponer sus propios términos: es cierto que la crisis de Wilson (que le generó alucinaciones auditivas durante las grabaciones del álbum "Smile", en 1967) dividió su obra en dos, pero aquí corre en permanente contraste con otra fase clave en la vida de Brian: el momento en que comienza a cortar sus lazos con el terapeuta Eugene Landy, el tipo que al desintoxicarlo salvó su vida, pero que luego se convirtió en una versión siniestra y recargada de Murray Wilson, su padre y mánager, quien utilizó la violencia física contra él y sus hermanos, desde la infancia a la juventud. Atrapado al interior de esas cárceles mentales, el Brian joven (Paul Dano) y el Brian cuarentón (John Cusack) van pasándose la posta escena tras escena, sin crear una biografía lineal -en la tradición de "The Doors" (1991), "Ray" (2004) o "Control" (2007)-, sino más bien armando el retrato imaginado de un artista; reconstruyendo solo parte del rompecabezas, a sabiendas que es imposible armarlo por completo, cuando las piezas están hace rato desperdigadas entre escándalos, demandas, biografías no autorizadas, versiones y reversiones de una misma historia.
En ese sentido, las escenas del Wilson veinteañero dentro del estudio de grabación, haciendo "magia" con música y arreglos durante las sesiones de "Pet Sounds", están recreadas a la perfección y contextualizan muy bien la crisis del artista, pero es la sección con Cusack la que aporta ese "algo" extra, y le otorga a la película la necesaria autoridad emocional. Ello ocurre no solo porque su estructura es, en apariencia, tan sencilla y delicada como una canción de los Beach Boys: la historia de amor entre Brian y Melinda Ledbetter (la mujer que lo libró de las garras del doctor Landy) también va respaldada por el propio mito del actor, efectivo protagonista de, al menos, una docena de comedias románticas.
Mientras Paul Dano tomó clases de canto y piano, subió de peso y transformó su apariencia para mimetizarse con el legendario artista, Cusack no hace el menor intento por forzar la máscara de Wilson sobre su rostro. Sin embargo, el espectador se refleja a fondo en la fragilidad e intimidad que éste transmite. Porque, claro, en el cine no basta con crear la apariencia de realidad. Lo difícil es evocar los afectos. Darles vida, otra vez.
Love & MercyDirección de Bill Pohlad.
Con Paul Dano y John Cusack.