La televisión, como muchas industrias, pasa por una crisis económica. Lo que sucede en la pantalla, más allá de toda lentejuela y oropel, no es tan distinto de lo que sucede en locaciones más humildes, como la del hogar. La televisión, tal como la canasta familiar, está viviendo una apretura que obliga a desprenderse de rostros que poco aportaban a la nutrición y reducir aquellos lujos que nunca se justificaron y que ya no se pueden costear.
Los altos sueldos de figuras televisivas que por estos días se han ventilado -sobre los 20 millones de pesos al mes- nunca antes fueron cuestionados por una industria que basa en la imagen buena parte de su capital. Hoy, sin embargo, cuando los resultados económicos en todo ámbito -pero en particular en una industria que vive del avisaje- son restrictivos, la esencia de cada empresa surge como el verdadero capital.
La TV no solo es el poderío de la imagen o la capacidad de influir, sino que antes de que todo eso se produzca hay una conexión mucho más imperceptible, íntima y sin ambición. Antes de que entren a actuar todos los grandes atributos que adjetivan al medio, operan sustantivos tan simples como idea, empatía, ángel o emoción.
Poniéndole nombre a la cuestión: por estos días, cuando aún se recuerda la pérdida de Felipe Camiroaga, se informa que José Miguel Viñuela (en la foto) decide negociar con TVN el término de su relación profesional, ya que no hay proyectos para él. Mientras, se especula con que otros, como Julián Elfenbein, no tienen una permanencia segura en esa misma señal que ya ha dejado partir rostros como Jordi Castell.
Entonces, ¿de qué hablamos cuando exponemos a todas estas personas al escrutinio público? ¿Hablamos solo de sus capacidades profesionales o también de las debilidades de una mal administrada -y malentendida- televisión?
Hacer memoria ayuda a despejar la duda. Hacia fines de 2010 TVN sufrió la pérdida de Rafael Araneda, quien firmó contrato con CHV para asegurar su llegada al Festival de Viña del Mar. Fue un golpe de imagen para el canal público, que ya había perdido la previa licitación del evento musical. ¿La reacción? Traerse al entonces animador de estelares de CHV, Julián Elfenbein, como compensación.
No mostrar debilidad parecía ser la máxima de la antigua administración de la estatal. Por eso, tras la inesperada muerte deFelipe Camiroaga, el vacío de un animador tan querido se quiso llenar con la llegada al canal de José Miguel Viñuela.
A la vuelta de los años está claro que los actos de resarcimiento o desagravio de los ejecutivos que alguna vez buscaron mostrar una imagen de poderío o estabilidad, tienen corta vida cuando la crisis es profunda y real. Cuando solo la esencia puede salvar.
Si determinados profesionales llegaron a determinados puestos de trabajo ganando determinadas sumas es porque hubo quienes estuvieron dispuestos a contratar y pagar. Y el caso no se da solo en TVN, sino que basta mirar lo que sucede actualmente con la irregular performance de Eduardo Fuentes en Canal 13, Rafael Araneda en CHV y Álvaro Escobar en Mega.
Mañana los canales comenzarán a entregar sus balances económicos -ante la Superintendencia de Valores y Seguros- para el primer semestre de 2015, y entonces quedará clara cuál es la dimensión de la actual crisis de la televisión. Entonces, vendrá la reflexión.