Tras la salida del ex director ejecutivo Jaime de Aguirre de CHV, el destino de "Tolerancia cero" estaba señalado. Era sabido que mantener un programa de debate político en el horario prime del domingo era una cruzada personal del hombre de TV y ex integrante del equipo tras la campaña del No -en el Chile de 1988-. También era evidente que el espacio que solía marcar solo un dígito de audiencia promedio en una de las noches que reciben más avisaje en la TV era seguro candidato a terminar ahora -en el Chile de 2015-, cuando su máximo promotor salía del canal tras verse involucrado en el escandaloso proceso de financiación a la política, en su arista SQM.
Puesto así, llega a entenderse la decisión de "rediseñar" a partir del 13 de septiembre el programa. Pareciera hasta justificable que un espacio político que alguna vez fue emblema ahora sucumba ante la desazón del frío pragmatismo que linda con la corrupción. Leído con distancia, podría decirse que el espacio recorrió el mismo arco dramático de los actores que tanta veces desfilaron por su set.
La nueva administración de CHV -liderada por el chileno Francisco Mandiola en la dirección ejecutiva y el alemán Holger Roost-Macías en el área de programación- llegó a hacerse cargo del canal sin ningún apego por el valor simbólico que un programa así podía tener. Lo mantuvo en pantalla ante la inusitada presión de los periodistas, que les preguntaban por él una y otra vez. Y, sin embargo, trataron de hacerle cambios estando al aire porque, más allá de los romanticismos o gremialismos, ellos llegaron con el mandato de mostrar resultados a su controladora, Turner.
Los cambios partieron por nombrar un nuevo panelista: la periodista Mónica González entró en vez de Patricio Fernández, el elegido por el ex ejecutivo Pablo Morales, quien ahora trabaja para La Moneda en el diseño de un canal cultural. Y las modificaciones siguieron hasta mellar el corazón mismo de la propuesta televisiva que el programa siempre buscó: para hablar de delincuencia se trajo a un ex delincuente y para debatir de aborto se exigió conseguir una mujer embarazada producto de una violación. Esto último no se logró y desencadenó la salida del editor del espacio, el periodista Francisco Poblete, quien defendía la propuesta original del debate con actores políticos por encima de un formato más cercano al show.
Los nuevos administradores buscaban impacto por sobre la capacidad de analizar. Rechazaban la idea de tener a personajes tan cuestionados como los políticos en el set. No entendían que la producción del espacio convocara a los mismos personeros que invitaba -a declarar judicialmente- el fiscal nacional.
"Tolerancia cero" tenía en esta temporada -quizás la última- los mejores resultados que había mostrado en su historia. El capítulo donde fue invitada Carmen Gloria Quintana llegó a picar en 15 puntos -los ansiados dos dígitos- y al menos por esa semana marcó la pauta de la actualidad nacional.
Y ese logro bien podría ser leído -nuevamente con la pertinente distancia- como la mejor señal de por qué "Tolerancia cero" cerraba este 2015 una etapa vital. Solo los hechos políticos de hace 40 años son capaces de impactar y conmover a la audiencia, gracias a que en ellos está la más honesta y feroz versión de la verdad.
El espacio que alguna vez fue indispensable, pero que terminó siendo parodiado por caricaturistas y el imitador Stefan Kramer, y que por estos días tendría al más escéptico de sus panelistas -Fernando Villegas- como rostro de una campaña de retail , nunca dejó de ser coherente con la misma casta que lo validó. Y eso, en tiempo de total descrédito de la política, no se pudo tolerar.