El poder ilusorio de la luz eléctrica es manejado con maestría en la obra madura del chileno residente en Nueva York, Iván Navarro. Ampolletas, tubos fluorescentes, neón, blancos o con color, a veces socorridos por espejos, resultan capaces de convertirse en pozos sin fondo, en puertas que se abren a interminables pasillos estrechos, en túneles de profundidad indefinible, en objetos y mobiliario doméstico transfigurados. Podemos comprobarlo en la retrospectiva (1996-2015) que le está dedicando al artista el Centro de las Artes 660/CA 660. Un precedente fundamental de estas obras de luz lo hallamos, sin duda, en Dan Flavin. Recordemos solamente aquella mágica instalación de este último, dentro de la colección holandesa Kroeler-Müller, In Memoriam (1977). Ahí, una delgada luz azul atraviesa el interior del edificio y se proyecta como una flecha en medio del bosque. Es que el abstracto estadounidense ostenta un minimalismo mayor que el demostrado por el chileno, artista que el público comprende de inmediato. De esa manera, su serie con un grupo de trece aberturas o nichos rompe el largo muro de la sala e impele tacto y mirada dentro de puertas adinteladas, que reiteran la perspectiva hasta un fondo profundo, por medio de una resplandeciente coloración. Esta especie de remedo de arcoíris se halla distribuido con equilibrio perfecto, operando cada color tanto de modo individual, como integrante de un conjunto. En cada etapa, la ubicación del observador le permite, además, ubicar su figura imprecisa como punto final de la perspectiva, humanizándola.
La puesta en escena de CA660 contribuye al lucimiento de los distintos trabajos ofrecidos. Tenemos, así, tres realizaciones, en las cuales la iluminación de los distintos ámbitos cumple un papel decisivo. En plena oscuridad, el asiento bajo dibujado volumétricamente por neón violeta adquiere una presencia vibrante, que a más de algún espectador podría parecer siniestra. Por el contrario, dentro del clima de ensueño logrado por la claridad plena, la prolongada longitud de un simple enrejado blanco llega hasta a emanar hacia nosotros un aura metafísica. Detrás suyo, y a través de las aberturas de la valla, el rosado violento de un sillón contemporáneo de tubos fluorescentes no solo impone su corporeidad deslumbrante, sino que consigue un diálogo precioso, corpóreo y cromático, con la alba reja. Asimismo, acá, a algún visitante malicioso le cabría emparentar el mueble con una silla de ejecuciones.
Los pozos constituyen otras realizaciones muy atractivas. La redondez e ilusoria hondura física de los dos multiplica, armoniosa, una palabra provocadora y diferente: respectivamente, Cohecho en neón blanco; impresa sobre el vidrio, Pachamama. Asimismo, se efectúa la rotura ilusionista del muro, pero ahora en sentido horizontal, mediante un gran octágono como túnel bordeado con regularidad por signos elementales de luz blanca; al igual que en los pozos y puertas, similar efecto de profundidad se alcanza aquí. Este uso a la vez escondido y protagónico de espejos recuerda un procedimiento típico en la obra de Alfredo Jaar.
Ya dentro de un ámbito que se enraíza en el pop art , otros objetos metamorfoseados de Navarro, tanto incluyen la luz, como prescinden de ella. Entre los primeros tenemos la señal de tránsito, y su desconstrucción, con tubos fluorescentes de coloración natural. O la silueta fina de un paralelepípedo sobre la muralla, en el que cuatro luces se suceden rápido. Indudable gracia formal preside a estos trabajos. También se muestra la magnificación doméstica con el par de mesas en neón amarillo o encarnado, con la escalera hogareña de peldaños rojos. Políticamente correcto -como siempre ocurre en las concepciones de Jaar- resulta, por el contrario, el maletín con cuatro tubos luminosos que portan nombres alusivos a la represión extrema del ayer nacional. En cuanto a objetos que carecen de iluminación eléctrica, la urna transparente con monedas de valor mínimo se convierte en uno de los aportes más impresionantes del autor. Colocados a la altura precisa, que los capacita para hacer actuar al vacío sobre ellos, estos peculiares personajes emiten su brillo de plata falsa, reforzado por breves resplandores cobrizos de monedas aún menos valiosas. Bastante menos interesante, la deconstrucción de una bicicleta, entretanto, pareciera vincularse con cierta vanguardia del siglo XX.
Tres videos de hace diez años atrás documentan acciones de arte del expositor en Nueva York. A través de sus correrías nocturnas por esa ciudad, un humilde carrito de mercado construido con tubos de luz, o convertido en precario taxi oriental tirado por el esfuerzo humano, resulta el exclusivo personaje.
Una guerra silenciosa e imposiblebr>
Sobre todo la magia de los productos luminosos de Iván Navarro
Lugar: Sala de exposiciones de Corpartes 660
Fecha: hasta el 18 de octubre