El aislamiento es, sin duda, uno de los síntomas de la depresión. Porque la persona pierde temporalmente ciertas habilidades para relacionarse, porque el mundo parece hostil, y porque la persona se siente insegura en su nuevo estado. Esconderse y no enfrentar la diferencia es un alivio. El mundo y la gente, en cambio, una amenaza.
Esto lleva a veces a que las personas supongan que quien ama la soledad y la busca es un depresivo o está deprimido. Lo que alguna vez fue un valor, hoy provoca sospechas.
Normal en un mundo donde todos queremos ser lo más iguales posibles ante el terror de sentirnos aún más solos de lo que ya estamos. El miedo a la diferencia nunca fue tan fuerte como lo es hoy.
Otro mecanismo que ayuda a rechazar las diferencias es que como todos tenemos tanto miedo, lo proyectamos muchas veces en forma de rabia. Entonces, tendemos a poner a los "diferentes" en categorías descalificadoras. Es útil porque nos quita el miedo y nos disminuye la rabia, pero no es enriquecedor en la medida en que nos obliga a ser cada vez más igual a todos.
La hostilidad hacia aquello que no nos es familiar es un signo evidente de inseguridad. Tomemos nota de esto para que cada vez que nos hable el diablito que quiere convertirnos en un ejército de gente normada con patrones rígidos, lo silenciemos.
Esto es muy importante para la salud mental. La identidad en el carácter se mantendrá por los siglos de los siglos, porque la maravilla del hombre es que nunca es igual del todo a otro hombre. Pero están además las costumbres, los hábitos, la elección de cómo queremos vivir.
La soledad es un hecho. Buscarla es un valor. Porque en medio de tanta norma, necesitamos recuperar identidad, necesitamos saber qué queremos, escuchar el silencio, mirar cómo reacciona el cuerpo ante distintos estímulos. Buscar la paz. Ni los remedios ni los especialistas nos pueden dar la paz que da la soledad y el silencio. No estamos deprimidos si los buscamos. Estamos haciendo opciones. Estamos escuchando.
No aceptemos las sospechas infundadas de que somos raros o depresivos cuando queremos o necesitamos soledad. Al revés, estamos vivos.