En vistas de que la nostalgia es algo que se compra y se vende, se ha vuelto cada vez más complejo confiar en los proyectos que pretenden reconstruir una era: hoy, los filmes de época -sobre todo los ambientados a partir de los años 50 en adelante- vienen tan cargados de imaginería, objetos y canciones que acaban por sentirse prefabricados. De hecho, el verdadero desafío sería ver hasta qué punto uno puede prescindir de éstos para evocar el tiempo ido. ¿Cómo sería un filme así?
La respuesta circula desde hace meses, encarnada en "A Most Violent Year" (2014), un relato donde un desaparecido -y cada vez más difícil de atrapar- siglo XX se cuela hasta por los intersticios, dejando marcas que antes que huellas más bien parecen heridas. El año es 1981; la ciudad, Nueva York, y el antihéroe es Abel Morales (Oscar Isaac), dueño de una empresa de aceite para calefactores que ha crecido demasiado rápido para gusto de sus competidores y las autoridades: sus camiones están siendo regularmente asaltados en las carreteras y sus libros sometidos a detallada revisión. La única salida es reunir el dinero suficiente (un millón y medio de dólares) para comprar un muelle con terminal y así dar el salto a las grandes ligas; pero, ¿le alcanzará el tiempo?
Por cierto que la cinta contiene la cantidad necesaria de autos gigantes, teléfonos fijos y gente con ropa y peinados ochenteros para que el total resulte creíble; pero, dejando toda la parafernalia en segundo término, donde de verdad se prodiga es en su tono: un pulso narrativo que recuerda deliberadamente el de películas urbanas rodadas casi una vida y más atrás -"Sweet Smell of Success" (1957), de Alexander Mackendrick; "Los amigos de Eddie Coyle" (1973), de Peter Yates; "Serpico" (1973) y "Príncipe de la ciudad" (1981), de Sidney Lumet-, filmes en los que los personajes y sus respectivos destinos parecen igualados al nivel de la calle, sin diferenciar entre protagonistas ni antagonistas, buenos o malos; donde la ciudad es una bestia que de un momento a otro, puede doblegarte, romperte y empujarte al límite. No hay que olvidarlo: la Nueva York de basurales y grandes terrenos eriazos que aparece en "A Most Violent Year" tiene poco y nada que ver con la plateada urbe en blanco y negro que Woody Allen fotografió para "Manhattan", en 1979. Esa es una fantasía de cuento de hadas comparado con la cosa real: una isla declarada en quiebra, emergencia sanitaria y guerra racial; el lugar perfecto para que un emprendedor como Morales intente abrirse paso, sin convertirse él mismo en víctima. La película no hace referencia directa a ninguna de esas catástrofes -así como tampoco cita canciones, películas ni programas de moda en esos días-, pero vaya cómo se siente el peso de ese caos sobre los hombros de Abel, a medida que los teamsters, la mafia y la fiscalía comienzan a ejercer inaguantable presión.
Guiado por la mano del director J.C. Chandor -quien en 2013 ya había obtenido una extraordinaria actuación de Robert Redford en el drama marítimo "All is Lost"-, el guatemalteco Oscar Isaac realiza una proeza digna de titanes como Pacino y De Niro. Refugiadas, grabadas en su contenido rostro, van emergiendo -una a una- vívidas sensaciones de aquel frío y lejano invierno del 81, memorias de la suma de tantos inviernos, tantas tensiones, dolores y trances ya lejanos. Da lo mismo si el actor o su audiencia las vivieron o no en carne y hueso; ahí están: repentinas, frustrantes, explosivas. Vivas, otra vez.
A Most Violent Year
Dirección de J.C. Chandor.
Con Oscar Isaac y Jessica Chastain.
2014, 125 minutos.
En DVD.