El ahínco musical del pianista Luis Alberto Latorre es impresionante: ha estrenado decenas de obras de chilenos, pero, además, ha hecho escuchar por primera vez aquí a otro tanto de obras fundamentales del repertorio de los siglos XX y XXI. Hace un par de semanas, no más, lo escuchábamos en el piano preparado y el clavecín, en el estreno del "Concerto Grosso" (1977) de Schnittke, con los impecables Lorena y Marcelo González.
Latorre es hiperconsciente de su tiempo, pero también entiende que hay que afirmar a los clásicos más cercanos, que muchas veces están pendientes en Chile: entre otros aciertos, tocó la Sonata "Concord" (1947), de Charles Ives, en 2013, y, en la práctica, estrenó el Concierto para piano de Schönberg, con la Sinfónica, el año pasado.
El martes, en el Salón de Honor de la Universidad Católica, Latorre hizo la proeza de tocar toda la obra pianística de ese fundamental compositor austríaco. El pianista eligió partir con las desconocidas Tres piezas (1894), que muestran a un músico buscando su destino, y haciendo reverencia, cómo no, hasta lo que entonces había de relevancia: Schumann, Brahms e incluso Chopin. Pero también hay arranques, en la armonía y las dinámicas, que, escuchados hoy, son presagios de lo que vendría.
El concierto siguió con las Tres piezas Op. 11 (1909), que muestran, por primera vez, al Schönberg atonal, un auténtico descubrimiento de que se puede hacer buena música sin estar atado a un sistema tonal. La velocidad reflexiva de Latorre redescubrió estas piezas preciosas, conectadas motívicamente.
Luego, las Seis piezas del Op.19 (1911) y las Cinco piezas Op. 23 (1923), que ya muestran otra faz de lo que sería buena parte de la música en Occidente en las décadas que le siguieron: de carácter muy destilado, aquí Latorre mostró, regiamente, que en esta música pasa mucho, pero en muy poco tiempo. Le siguieron la Suite Op. 25 (1923), con tempos muy distintos a lo habitual, y las Piezas Op. 33 a y b (1931).
Luis Alberto Latorre atrajo de manera extraordinaria a una audiencia concentrada, en su mayoría muy joven, y marcó el hito de hacer un concierto dedicado a un compositor fundamental. Como encore, tocó la cadenza del tercer movimiento del Concierto para piano de Schönberg. Magnífico.