El martes, en el Teatro Municipal de Las Condes, la Temporada Fernando Rosas de la Fundación Beethoven presentó al afamado Cuarteto Takács con obras de Haydn, Debussy y Schubert.
Los cuartetos del opus 74 son conocidos como "cuartetos Apponyi", por el conde húngaro a quien Haydn los dedicó. La obra escuchada, conocida como "El jinete" por un elemento rítmico (un "galope"), presente en los movimientos extremos, es la última del opus 74, un conjunto de 3 cuartetos donde el compositor ha alcanzado la plena madurez de las formas y procedimientos que evolucionaron irrefrenablemente a partir del novedoso aporte planteado en los opus 20 y 33. Nunca uno queda defraudado con la inventiva de Haydn. Sus más de 70 cuartetos son un prodigio de hallazgos, de frescura y permanente novedad. Las sorpresas llegan cuando menos se las espera y, para comprobarlo, ahí está el segundo movimiento ( Largo assai ), pleno de maravillosos "exabruptos", originales y caprichosos. Joya entre joyas.
Pierre Boulez dijo que Debussy había liberado a la música de estructuras rígidas y retóricas congeladas. El Cuarteto en Sol opus 10, junto a otras obras coetáneas, señalan una bisagra que abre la puerta a la modernidad. Debussy ya estaba lejos de las enseñanzas de conservatorio y aunque la obra revela influencias (las estructuras cíclicas de César Franck, por ejemplo), la articulación de su lenguaje señala la irrupción de una poética nueva en que solidez se conjuga con un nuevo mundo de sonoridades. Contrastado con el Haydn inicial, el impacto fue profundo y asistir al juego de motivos que emergen y se sumergen en sutiles texturas fue una experiencia única.
El penúltimo de los 15 cuartetos de Schubert -conocido como "La muerte y la doncella" por el uso de un tema del Lied homónimo- es una columna en el repertorio de la música de cámara. Si bien el tema sometido a variaciones del Andante con moto solo aparece en ese movimiento, puede decirse que la inocencia de la doncella enfrentada a una muerte implacable, conmovedoramente expresada en el Lied original (poema de Matthias Claudius), impregna a los tres movimientos restantes. No hay lugar aquí a las "amabilidades" schubertianas. Todo es drama, intensidad y desenfreno.
Poco se puede decir del Cuarteto Takács. Tal vez solo una lista infinita de sinónimos de superlativo, de magnífico, de memorable. Los violinistas Edward Dusinberre y Károly Schranz, la violista Geraldine Walther y el chelista András Fejér brindaron interpretaciones muy difíciles de superar y las estruendosas ovaciones consiguieron un encore : el cuarto movimiento del Cuarteto Nº 4 de Béla Bartók.
De lo mejor del año.