Desde el año 2004, Temuco desarrolla un proceso artístico que ha permitido presentar en La Araucanía títulos tan distintos como "Norma" (Bellini) y "El Retablo de Maese Pedro" (Manuel de Falla). Al frente esta misión está el equipo liderado por Constance Harvey, directora del Teatro Municipal de la ciudad, y David Ayma, titular de la Orquesta Filarmónica de Temuco, conjunto que en 2014 logró un nuevo impulso con la alianza entre el Fondo para el Fomento de la Música Nacional del CNCA, la Corporación Cultural y la Municipalidad de Temuco, que convirtió a la orquesta en una agrupación estable.
En lo que respecta a ópera, para 2015 se programaron dos títulos. Primero, una ópera bufa como "Il Signor Bruschino" (Rossini, 1813) y para noviembre, una tragedia: "Madama Butterfly" (Puccini). En ambos casos, el teatro se preocupó de conformar elencos con artistas chilenos, uruguayos y argentinos, como sucede con esta farsa giocosa del compositor de "El Barbero de Sevilla".
El avance de la orquesta es notable, en especial porque se solidificó el conjunto de cuerdas (estupendas filas de cellos), lo que permite pensar en montar un título rossiniano como este, cuya obertura tiene la simpática particularidad de obligar a los músicos a percutir con el arco de los violines sobre sus atriles. Ayma consiguió dar con ese burbujeante camino que el músico exige, aunque por momentos la fluidez fue entorpecida porque algunos cantantes no siempre iban a tempo. Pero hubo logros notables, como el concertante en que se presenta a Florville como hijo de Bruschino, con los alegatos del viejo señor, enfermo de gota, por el calor del ambiente ("Uh, che caldo").
Se optó por un marco escénico de vibrante colorido (escenografía y vestuario de Tatiana Messina), no especialmente bello, pero sí llamativo y que sirve bien a esta comedia inverosímil. La régie de Rubén Torre no tuvo esta vez suficiente ingenio, si bien la exposición de personajes fue apropiada. Destacaron el barítono Javier Weibel (Filiberto) y el tenor Patricio Saxton (Florville), ambos chilenos, que supieron resolver vocal y teatralmente sus roles. Bruschino padre fue el barítono argentino Mauro Espósito, de figura perfecta para el rol, pero monolítico como actor y algo descuadrado como cantante. Poco convincente la Sofía de la soprano trasandina Cecynés Peralta, complicada en las coloraturas, mientras que el bajo barítono uruguayo Enzo Romano lució su histrionismo y su ángel escénico, pero con una voz opaca y poco flexible.