La prepotencia de algunos parlamentarios y la falta de respeto por las libertades explican la contradicción entre promover la marihuana y aumentar las prohibiciones al goce del tabaco.
La mayoría de los diputados acordaron facilitar la producción y tenencia de marihuana, más allá de la destinada a fines medicinales. Al día siguiente, el Senado aprobó nuevas prohibiciones para el tabaco.
El Gobierno ha redoblado la persecución a los fumadores. En cambio, persiste el silencio ministerial y presidencial respecto del aumento de la oferta de marihuana.
Felices con el prohibicionismo al tabaco deben estar los contrabandistas, comerciantes ilegales, agricultores y fabricantes de cigarrillos extranjeros, muchos producidos sin ningún control sanitario. Mientras tanto, quedarán desempleados trabajadores de tabacaleras nacionales y se perderán cuantiosos ingresos fiscales y para agricultores chilenos.
Los parlamentarios han llegado a extremos inaceptables. Es dudoso que podamos fumar en los jardines particulares (concesivamente nos autorizan a fumar en nuestras casas y patios) y en muchos espacios abiertos. Ahora cumplirán su sueño prepotente con la imposición de la cajetilla única, cubierta en cerca del 100% por consabidas advertencias y sin poder distinguir el contenido de nicotina, y difícilmente identificar la marca y al fabricante. Ya sabemos que a la mayoría de los legisladores no les gustan los cigarrillos mentolados: está anunciada su total prohibición. Por cierto que se han dado muchos gustos aumentando inspectores, multas, comparecencias a juzgados y motivos de clausuras de establecimientos para los transgresores de sus prohibiciones.
Han inventado mitos y falsedades al sostener que los fumadores y los obesos son cargas más onerosas para el Estado que los abstinentes de la libertad en el tabaco y la comida. Ignoran la lógica y estudios científicos que demuestran que el tabaquismo y la obesidad acortan prematuramente la vida y, por tanto, la responsabilidad social por los gastos médicos propios de la longevidad.
En verdad, y no lo confiesan: su aspiración no es solo la cajetilla única que han legislado. Quisieran establecer por ley un ciudadano único, para manipularlo a su antojo. Se sienten con el derecho para censurar, acosar sicológicamente, aislar y manipular en razón de la alimentación y del cigarrillo. Con soberbia e intolerancia, creen ser titulares de las buenas costumbres, del buen comportamiento y de la vida saludable. ¡Con qué derecho!
El delirio es tal que está vigente la prohibición para "programas transmitidos por radio, en el horario permitido para menores, de la aparición de personas fumando o señalando características favorables al consumo de tabaco". Parece que se fuma opio en el Congreso.