La Presidenta, el Gobierno y la Nueva Mayoría vivimos momentos difíciles. Hemos perdido la mayoría política y social, no en beneficio de la derecha. Se trata de ciudadanos que rechazan nuestra gestión y literalmente se han ido enojados "para su casa". Esta afirmación es corroborada por la única cifra buena para el Gobierno en el último sondeo Adimark. Consultados los encuestados si se declaran partidarios u opositores al Gobierno. El 34% se declara partidario; el 25%, opositor, y el 41% no se pronuncia. Las razones de esta situación son múltiples.
Hemos cometido errores, como, por ejemplo, haber incorporado en la reforma tributaria, para los efectos de alcanzar la recaudación estimada, alzas de impuestos en consumos masivos, como cigarros, bebidas alcohólicas y no alcohólicas, así como el IVA a la vivienda, que captura a una franja de las clases medias. En materia de reforma educacional tuvimos diferencias en la secuencia de las reformas. Hemos estado divididos en la Nueva Mayoría sobre aspectos fundamentales del programa, como gratuidad en la educación y el aborto terapéutico, entre otras materias.
Por otra parte, la economía se ha desacelerado y, a causa de lo anterior, la proyección de recaudación de la reforma tributaria ha disminuido. Las razones de esta desaceleración son variadas, pero no cabe duda de que la derecha económica y política logró triunfar, instalando a través de sus medios la desconfianza y la incertidumbre, cuyo efecto principal ha sido la disminución de la inversión privada en el escenario económico actual. Dado que la desigualdad en Chile también se expresa en el ámbito empresarial, cabe consignar que quien determina la inversión privada en Chile no es el millón de empresas que existen, sino 13.500 empresas que corresponden al 1,1% del total, y que, de acuerdo con el Servicio de Impuestos Internos, son calificadas como grandes empresas que facturan el 84% del total de ventas y explican el 80% del total de la inversión privada en Chile.
Por ahora, han triunfado. Frente a este cuadro, la tarea es recuperar la mayoría. Para eso se requiere unidad en la Nueva Mayoría y en su relación con el Gobierno, establecer para el resto de la gestión gubernamental un calendario acotado de reformas, abandonar otras propuestas reformistas para el próximo período presidencial y explicar hasta el cansancio las razones de la situación que vivimos y las decisiones adoptadas. Llegó entonces la hora de consolidar lo avanzado.
En materia de la reforma tributaria ya lograda, no hay espacio político alguno para rebajar su recaudación. A lo más, perfeccionamientos de procedimiento. En materia de reforma laboral, existen dos tópicos irrenunciables: la titularidad sindical y la huelga efectiva. En reforma educacional, perseverar en educación parvularia, en el mejoramiento de su institucionalidad, la incorporación más rápida de este segmento a la carrera docente, la creación de 4.500 nuevas salas cuna y 1.200 jardines infantiles, que permiten aumentar la cobertura en este segmento en 124 mil nuevos cupos. En educación básica y secundaria, perseverar a partir del próximo año en la materialización del fin al lucro, a la selección y al copago. Este último aspecto, de gran impacto social, requiere reforzar el objetivo, es decir, al final de este gobierno, el 93% de los padres y apoderados cuyos hijos estudian en establecimientos particulares subvencionados dejarán de pagar, y el costo será asumido por el Estado. Finalmente, en educación superior, concretar e inaugurar las dos nuevas universidades regionales y los 15 centros de formación técnica estatal, así como no retroceder en el objetivo de alcanzar al 2018 el 70% de gratuidad en la educación superior. En este diseño, o sea, consolidar lo avanzado, y con un gran costo, quedarían pendientes para un próximo período tanto la reforma previsional como la reforma a la salud.
Capítulo aparte requiere el compromiso de una nueva Constitución. Más que un proceso constituyente, la Presidenta en este lapso debiera enviar al Congreso una reforma constitucional que permita el plebiscito y, de esa manera, zanjar en el próximo gobierno si la ciudadanía está, por una parte, por una nueva Constitución, y, por otra, que la misma decida, en el caso de ser afirmativo lo anterior, cuál es el instrumento más idóneo para lograrla.
En otros momentos muy difíciles de la historia de Chile, la disyuntiva fue consolidar para avanzar o avanzar sin transar. Las lecciones de la historia reafirman la necesidad de lo primero.
EN OTROS MOMENTOS MUY DIFÍCILES DE LA HISTORIA DE CHILE, LA DISYUNTIVA FUE CONSOLIDAR PARA AVANZAR O AVANZAR SIN TRANSAR. LAS LECCIONES DE LA HISTORIA REAFIRMAN LA NECESIDAD DE LO PRIMERO.