Entre las generaciones de escritores chilenos más recientes existe un grupo de narradores cuyas edades giran en torno a los cuarenta años, reunidos por preferencias literarias que podríamos denominar anticanónicas. Su práctica escritural está impulsada por estímulos que han descubierto principalmente en la cultura pop y subterránea anglosajona, cultura cuyas manifestaciones reciben distintos nombres, pero que mantienen en común el propósito de sobresaltar, sorprender o incluso incomodar al lector representando lo que tradicionalmente era mantenido en la periferia, esa otredad que las preferencias dominantes habían desdeñado. A la vez, creo que se identifican también con la figura del escritor como quintacolumnista, como el delincuente de la sociedad burguesa que magistralmente diseñó Roberto Bolaño en su poética narrativa. Recuerdo que Freak Power era el rótulo con que hace algunos años se congregaba a los nombres de Alvaro Bisama, Jorge Baradit o Francisco Ortega, entre otros. Su narrativa es, pues, rebelde y agresiva: pretende remecer lo que considera pacatos gustos literarios criollos introduciendo contenidos de representación y formas discursivas populares en la tradición literaria anglosajona, pero que hasta ahora eran infrecuentes en la nuestra. La novela de Daniel Villalobos que comento (Temuco, 1974) es un buen ejemplo de lo anterior.
En El tren marino se presenta una historia escalofriante desarrollada de una manera inequívocamente cinematográfica, técnica que Daniel Villalobos conoce bastante bien: es coguionista de la película El club, ganadora del Festival de Berlín 2015. El texto se abre con una secuencia introductoria que presenta el motivo conductor de la novela (un niño desaparece en una playa del sur de Chile) y continúa con un relato subdividido en numerosas escenas distribuidas según su extensión y contenido para provocar el indispensable ritmo acezante de una película de tumultuosas y fantásticas aventuras. En la construcción del mundo fantasmagórico, alucinante y tenebroso que transmite dicho discurso colabora un conjunto considerable de motivos y personajes provenientes de la mitología creada por las figuras más conocidas de la literatura fantástica contemporánea -H.P. Lovecraft y Stephen King entre otros- y que Daniel Villalobos acomoda con bastante ingenio a nuestro medio nacional y, en especial, a la naturaleza del sur de Chile: la existencia de umbrales que permiten acceder a mundos ubicados en espacios paralelos o a tiempos anteriores al presente de la historia, el carácter mágico de objetos aparentemente inocuos, el poder de ocultas verdades esotéricas; la participación de sirvientes del Mal con el propósito de destruir a los instrumentos del Bien, la convocatoria de figuras de pesadilla o de monstruos dormidos, etc. Sobre todos ellos funciona como motivo central del relato la existencia de un libro maldito capaz de destruir los órdenes y la tranquilidad de nuestra sociedad moderna, texto que habría sido escrito en Chile por José de Moraleda durante los primeros años de la república. "Oh, marinero de las tierras nuevas, aprende a temer la furia de los habitantes del agua", se lee en sus páginas.
El autor ha querido, sin embargo, sobrepasar los límites de un texto de mera entretención, otorgando un valor metafórico al torbellino de peripecias y catástrofes desencadenadas por los motivos fantásticos insertos en su relato. De acuerdo a las "informaciones históricas" con que la voz narrativa interrumpe en un par de oportunidades el vertiginoso desarrollo de los acontecimientos, la historia de Chile ha estado dominada desde sus orígenes por la violencia destructiva y homicida, pero a su vez ha existido "una estirpe de conjurados", una cofradía inicial reemplazada después por varias generaciones de brujos, encargada de silenciar y desterrar al olvido la auténtica realidad del país. Tarde o temprano, sin embargo, el peso de la historia secreta de Chile habría de despertar la furia de un monstruo dormido en las páginas de un libro de cuentos infantiles que remeda el original escrito en los inicios de nuestra era republicana. Pero como toda buena narración fantástica, el desenlace de la novela deja al lector en la incertidumbre.
El tren marino
DANIEL VILLALOBOS
LIBROS DEL LAUREL, SANTIAGO, 2015, 296 PÁGINAS, $14.000.
NOVELA