El afamado Cuarteto Leipzig, uno de los más destacados de Alemania, fue el protagonista del concierto del martes en el Teatro Municipal de Las Condes, en el marco de la temporada internacional Fernando Rosas de la Fundación Beethoven.
Esta temporada ha acostumbrado al público santiaguino, con algunas pocas excepciones, a escuchar excelentes grupos que dictan verdaderas clases magistrales de música de cámara, género difícil y abstracto que no vive del espectáculo ni de externalidades. Las obras solo viven desde la música y para la música y apelan al virtuosismo individual y al riguroso trabajo de conjunto. Los violinistas Conrad Muck y Tilman Büning, el violista Ivo Bauer y el chelista Matthias Moosdorf, fueron brillantes exponentes de ese espíritu.
Desde el expresivo intervalo inicial (una quinta descendente) del primer movimiento del opus 41 Nº 3, de Robert Schumann, quedó en evidencia la calidad de lo que habría de venir. Afinación y sonido inmaculados, robustez y finura, se pusieron al servicio del lenguaje del compositor, alcanzando momentos memorables en el perfil contrastante de cada variación en el segundo movimiento y, sobre todo, en el Adagio molto (tercer movimiento), punto alto de todo el concierto.
Con el cuarteto de Mozart que siguió, el K.V. 458, llamado "La chasse", no solo hubo el obvio cambio de estilo, sino que se produjo una verdadera transfiguración tímbrica que pareció proclamar abiertamente que Mozart no es Schumann, no solo en las notas sino en la búsqueda del color apropiado. Otra lección maestra, en un aspecto que no todos los grupos, incluso algunos de gran calidad, abordan con tal rigor.
Si Mozart siguió las enseñanzas de Haydn y le dedicó 6 cuartetos, entre los que se incluye "La chasse", fue porque descubrió y asimiló el estilo "conversacional" que Haydn inauguró a partir de sus opus 20 y 33 en el tratamiento de las texturas, "democratizando" la participación de los cuatro ejecutantes y dando interés temático a cada línea. No es este el camino principal que adopta Dvorak en su Cuarteto "Americano", opus 96, última obra del concierto. Aquí prima el irresistible encanto melódico, de emocionalidad directa, (¿cuánto de "americano", cuánto de checo?). La obra logró, por fin, remecer a un público más bien avaro en manifestarse.
Como encore , el cuarteto brindó la transcripción de un austero coral de Bach y nuevamente sorprendió con un sonido inédito que hizo recordar la sonoridad de un consort renacentista. Una vez más, un grupo magnífico que dictó cátedra.