¿Sobre la base de qué construimos las historias? ¿Sobre las certezas o las conjeturas? ¿Importa más lo que nos están mostrando -lo que sabemos a ciencia cierta- o lo que somos capaces de leer entre líneas? El cine y quienes lo crean frecuentemente fantasean con la posibilidad de dar respuestas definitivas a preguntas como esas, pero el camino hacia estas no puede dividirse en blancos y negros. Hasta la superproducción más descarada y el filme más rebelde e independiente contienen tanta ambigüedad como verdades irrefutables, y finalmente depende del espectador si le da mayor importancia a una o la otra a la hora de mirar la pantalla.
Por ejemplo, aquellos partidarios del realismo podrán ver en "Jauja", la nueva película de Lisandro Alonso ("Los muertos", "Liverpool"), la clásica promesa de un relato de aventuras: en la pampa argentina del siglo XIX, un militar danés (Viggo Mortensen) parte en busca de su hija, fugada con un soldado. Pero el escape de los amantes no tiene la menor oportunidad: allá "afuera" es territorio de indios, cuatreros y desertores. Y tal como está a punto de averiguar nuestro soldado, la soledad de ese paisaje salvaje es capaz de borrar el recuerdo de un hombre sobre la faz de la tierra; así, como si nada.
Expuesta de ese modo, la premisa recuerda a los desnudos westerns que el estadounidense Monte Hellman filmó a mediados de los años 60 -"Ride in the Whirlwind" (1966) y "The Shooting" (1967)-, retratos de un agreste territorio que, tal como ocurre en "Jauja", se identifica sin esfuerzo con el carácter de sus desesperados protagonistas y los escasos elementos que pueblan esos parajes: hombres y bestias minimizados por gigantescas planicies, aberrantes formaciones rocosas e inatrapables enemigos. Por más valiente y voluntarioso que sea el héroe, lleva su condición de víctima impresa en la frente y sería un caído más en la pampa si los realizadores no condujeran la narración a espacios tan crípticos como ensoñados: despojado de caballo, carabina y víveres, el capitán Dinesen acaba por vagar en un desierto de formas y fantasmas, topándose con figuras alucinadas que emanan de un destino (¿o de una ficción?) que ni él ni la audiencia pueden interpretar en términos de lo real. Porque claro, a partir de ese instante la propia matriz del relato se vuelve plástica y esquiva: lo que parecía una cinta de época se transmuta en relato fantástico, para luego lanzarse al borde de la abstracción.
No es casualidad que uno de los personajes de la película se llame Corto: la cinta sigue de cerca la trayectoria histórico-simbólica trazada hace medio siglo por el dibujante Hugo Pratt y su magnífica creación, Corto Maltés: aventurero en el cambio de siglo, europeo atraído por la persistente idea de traspasar fronteras y encontrarse (o extraviarse) en el confín. Un "perdido" como el capitán Dinesen -cuyo apellido recuerda el seudónimo usado por otra fabuladora compulsiva, la escritora danesa Karen Blixen- podría haber encajado sin dificultad en las narraciones que Pratt imaginó primero en clave realista y que, con el paso del tiempo, acabó delineando como una serie de hipnóticos sueños. En sus últimas obras, el límite entre una esfera y otra ya no está definido, como si la vida misma estuviera en trance permanente de ser soñada y luego recreada en el mundo vigil. Ese parece ser el lugar que "Jauja" se empeña en habitar. Un espacio que parece de verdad, hasta que un buen día -como en las pesadillas- se disuelve bajo los pies.
JAUJA
Dirección de Lisandro Alonso.
Con Viggo Mortensen y Viilbjork Malling Agger.
Argentina-Dinamarca, 2014, 110 minutos.