Un portal de viajes internacional acaba de incluir al Barrio Yungay y a Valparaíso entre los lugares más lindos de Sudamérica, según consigna el popular sitio chileno Plataforma Urbana. Esta designación, además de confirmar los valores evidentes de estos lugares, nos llena de orgullo, pero también de interrogantes, las mismas que le surgen a cualquier visitante extranjero: ¿Cómo es posible que haya torres de 20 pisos construidas en medio de estos históricos paisajes consolidados en baja altura y fachada continua? La respuesta es que por décadas nuestras normativas han promovido una única manera de densificar nuestras ciudades, sin importar las preexistencias: edificio aislado de gran altura. Esta fórmula es resabio, por una parte, de una añeja aspiración modernista según la cual es lícito reconstruir completamente la ciudad a cada generación (nuestra "cultura de terremoto") y, por otra, una incapacidad crónica de autocrítica, de reacción e innovación por parte de nuestros legisladores, autoridades locales y empresarios de la construcción, que replican el modelo más fácil y rentable a corto plazo sin hacer juicio de sus consecuencias, como si en ello no les cupiera la menor responsabilidad, ninguna postura ética sobre el bien colectivo y la ciudad que en efecto legan al futuro.
Es cierto que la ciudad debe crecer y densificarse, ofreciendo oportunidades de integración social a sus habitantes. Limitar el crecimiento y la densificación eleva el valor del suelo y expulsa a los desaventajados; en eso las ciudades chilenas han llegado a figurar entre las más segregadas del mundo. Pero igualmente cierto es que hay maneras inteligentes de densificar, que en este caso se refiere no solo a economía y eficiencia en gestión de servicios básicos, provisión de equipamiento y espacio público de calidad, sino la conservación del paisaje, la historia, la cultura, la identidad.
La torre aislada es un modelo fatal cuando se trata de paisajes como Santiago Poniente o Valparaíso (entre tantas otras bellas ciudades chilenas), porque lo desintegra todo y con la mayor mezquindad hacia lo colectivo, especialmente la calle. Se pueden lograr perfectamente altas densidades y constructibilidades sin alterar los valores históricos y paisajísticos de los barrios. Por fortuna entramos en una época de transición, de cambio de paradigma, con una ciudadanía que aprecia los atributos urbanos logrados en el tiempo y distingue con mayor claridad las consecuencias de un modelo de desarrollo inmobiliario hasta ahora aplicado sin visión de futuro. Es urgente que todos los involucrados propongan nuevas soluciones, acorde con los nuevos tiempos.
"La torre aislada es un modelo fatal cuando se trata de paisajes como Santiago Poniente o Valparaíso, porque lo desintegra todo y con la mayor mezquindad hacia lo colectivo".