Hillary Clinton puede ser la segunda mujer más poderosa del mundo, después de Angela Merkel, según Forbes, pero no las tiene fácil en su carrera a la Casa Blanca, y no por ser mujer, sino porque hay temas públicos, familiares y personales que dañan su imagen.
Su popularidad ha caído en picada desde 2011, cuando gozaba del 69% de apoyo. Por estos días, su aceptación llegó al 46%, y el rechazo subió al 50%. Pero lo más grave es que el 52% de los encuestados no cree que sea "honesta y confiable". Este resultado es un golpe fuerte para su candidatura, que, no obstante, sigue liderando el campo demócrata, a ocho meses del inicio de las primarias para las elecciones de noviembre de 2016. Otro sondeo, de la Universidad Quinnipiac, la muestra derrotando a los republicanos, y con una ventaja de diez puntos sobre Jeb Bush. Pero Hillary debe estar lejos de sentirse tranquila, porque esta baja podría estar marcando una tendencia susceptible de profundizarse y hacerla perder la elección. Más aún cuando todavía no se formalizan todas las candidaturas.
Los problemas de Hillary nada tienen que ver con su condición de mujer. Fue una abogada exitosa, Primera Dama activa (y digna, si recordamos el caso Lewinsky), senadora con ideas claras (votó a favor de la guerra de Irak, algo que le pesa en su sector) y una secretaria de Estado con garra. Son cuestionamientos más profundos los que perjudican su imagen.
Primero fue la Fundación Clinton y las donaciones recibidas de gobiernos controvertidos por asuntos de derechos humanos. Para superar eso, en abril se anunció que solo recibirían aportes de países "intachables", como Australia, Canadá, Noruega, Alemania, Holanda o Gran Bretaña. Además, para evitar suspicacias, Hillary dejó el directorio de la entidad, que tiene programas sociales en 180 países. Los republicanos consideran que a través de la fundación los Clinton hacen trabajo político y les dan acceso e influencia a sus donantes. También se le reprocha el hecho de que en estos años su fortuna haya crecido tanto, gracias a los altísimos honorarios que cobró por charlas y conferencias.
Hay críticas también a su desempeño como secretaria de Estado, algo complicado porque su discurso enfatiza el fortalecimiento de la seguridad nacional. Un episodio que pesa en su evaluación es el mal manejo de la crisis en el consulado de EE.UU. en Bengasi, Libia, donde murieron diplomáticos norteamericanos.
Otro asunto que complica a Hillary es haber usado e-mails privados mientras estuvo en el Departamento de Estado, en vez de comunicarse a través de los medios oficiales. Las explicaciones no han sido satisfactorias para un país donde las fallas de seguridad tienen altísimos costos y los registros oficiales son de vital importancia.
Como se ve, los cuestionamientos a Hillary van más allá de su condición de mujer. Se trata de temas de gestión, de transparencia y credibilidad, relevantes para la carrera de todo político, sea hombre o mujer, en cualquier lugar del mundo.