Con una exposición retrospectiva, el Centro de las Artes Gabriela Mistral da a conocer en Chile a la mexicana Graciela Iturbide (1942). Y más mexicana no puede resultar la temática de sus fotografías en blanco y negro. Mayoritariamente se trata de rescate fotográfico indigenista, llevado a cabo hace casi treinta años. Sin embargo, la cumbre de la exhibición, y al parecer de su obra entera, es muy posterior y la encontramos al comienzo del recorrido propuesto por el montaje. En efecto, la serie "El baño de Frida Kahlo" (Coayacán, 2006-2007) nos sumerge por entero dentro de las honduras del mundo privado de la gran pintora. A través de 19 visiones de lo que en Chile denominamos popularmente excusado, un conjunto de objetos proclaman, desde ahí, su trágica condición física: instrumentos ortopédicos, vasijas sanitarias, restos de medicamentos en función de personajes. Un escalofrío sobrecogedor emerge espontáneo del ánimo del espectador. Resalta efecto semejante la naturalidad del claroscuro, el encuadre preciso de cada fotografía y vigor expresivo que se logra obtener de cada utensilio. Además, la objetivad del ojo de la autora opera de manera acumulativa. Pero el estremecimiento más intenso se provoca, acaso, ya a partir de las dos primeras láminas. Un par de negros y frágiles pajarillos muertos en una; en la otra, la manchada túnica hospitalaria. Proclama este preámbulo, junto a una tremenda efectividad indirecta, una capacidad formal admirable.
Las siguientes series fotográficas no demuestran, en cambio, una unidad argumental tan estrecha ni un nivel de calidad mantenido con tanta regularidad. Pero certifican, por supuesto, la importancia de la mexicana visitante. Ahora se acentúan los contrastes luminosos y los asuntos, en mayor o menor medida, tienden a tornarse pintorescos. El conjunto más numeroso se titula Naturata (1998-1999) y tiene por protagonistas sobre todo al jardín botánico de Oaxaca. Se trata de una amplia variedad de cactus sometidos a cuidados de mejoramiento y conservación, desde luego comenzando por enderezar los torcidos. Aunque con frecuencia, y en comparación con "El baño", se resaltan ciertos rasgos exóticos -Cristata, por ejemplo, parece un paisaje surrealista-, los primeros planos de las crestas con aguzadas espinas del vegetal o las plantas con rótulo numérico de reparación destacan por la elocuencia de su simplicidad.
La mujer, incluida la misma artista, cumple un rol protagónico en la retrospectiva. De ese modo, la vemos desempeñando el papel de verdugo en las siete láminas que ilustran sobre un sacrificio tradicional de la región de Oaxaca, la matanza de cabras. Algunas de estas escenas resultan de una crudeza feroz: entre otras, con cuchillo entre los dientes, una campesina enseña su víctima recién descuerada y colgante. U observamos al animal desangrándose, a través de la enorme herida pectoral. Dentro del grupo de los autorretratos, sobresale aquél, donde parecidos pajaritos a los de Coyoacán hacen emprender vuelo poético a los ojos de Iturbide. Si las aves silvestres animan otra agrupación fotográfica -muy recordables su amalgama con perros perdidos-, las escenas de "Fiesta y muerte" esconden mediante máscaras y calaveras la individualidad femenina. No obstante, allí el humanismo más sentido, más profundo, se encarna en el trío de mujeres de luto riguroso; estas saben extirpar todo aspecto pintoresco. En la serie "Juchitán", por último, se impone la gracia dinámica de la protagonista con pollos bajo el brazo, que pasa veloz ante el fondo chorreante de un muro. Y, también, la opulencia femenina sugerida por la original "Niña del peine" (1979).
Graciela Iturbide, Fotografías
De la importante fotógrafa mexicana, se nos ofrece una atractiva retrospectiva
Lugar: Centro de las Artes y la Cultura Gabriela Mistral
Fecha: hasta el 12 de julio