Si una amplia mayoría piensa que Sergio Jadue es un corrupto, a la luz de las acusaciones hechas por el FBI en la investigación que sigue la FIFA, es muy difícil que dejen de creerlo. Hay demasiadas tesis y ejemplos modelados a lo largo de la historia que confirman que una vez que el mensaje se instala en el sistema de creencias de la masa, sea o no veraz, es extraordinariamente difícil desalojarlo. El fenómeno comunicacional del descrédito opera como una enfermedad que arrasa lo que no está suficientemente sano.
Desde esa perspectiva, la encrucijada de Jadue es tácticamente interesantísima. ¿Asumirá prontamente la sospecha de su culpabilidad y articulará una defensa para probar su inocencia? ¿Esperará el acopio de antecedentes que le imputen su responsabilidad en alguna figura delictiva? ¿Se marginará de sus funciones para dejar libertad en la investigación? ¿Mantendrá el control de la información conservando su sillón en la ANFP? ¿Presionará a sus leales adherentes? ¿Compensará a sus detractores? De cómo maniobre Jadue hoy en el Consejo de Presidentes podremos tener alguna señal de si verdaderamente soporta la prueba de la blancura o si oculta acciones irregulares o ilegítimas, como advierte la indagación que ha hecho el FBI.
El destino que se juega Jadue está íntimamente ligado al rol que asuma el Consejo de Presidentes de Clubes, un conglomerado de personeros inextricable, portador de un poderoso, inalterable e innegociable denominador común -el dinero- y una infinita disparidad de criterios, percepciones y valores que en este tipo de circunstancias, el enjuiciamiento del líder, superan cualquier capacidad de análisis. Esto significa que hoy es tan probable que la reunión termine con un apoyo unánime a Jadue y un repudio total a la intromisión del FBI en el fútbol mundial y de la justicia chilena en el órgano rector, como que también concluya con el derrocamiento del presidente de la ANFP y la formación de una comisión interventora que decidirá el futuro del organismo.
Este jueves se corre el inquietante riesgo de que los dirigentes de clubes, amparados en un sistema protegido y opaco -diseñado en la era de Harold Mayne-Nicholls-, no comprendan que tienen una oportunidad histórica de recobrar cierto respeto en sí mismos y de la opinión pública, y exigirles a Jadue y su directiva que rindan cuenta de su administración y sometan la gestión desde que asumió el actual titular a una auditoría externa independiente, además de facilitar toda información contable y financiera que requiera en su eventualidad algún organismo de Chile o quienes llevan a cabo la investigación contra los personeros de FIFA. Solo una determinación de esta magnitud podrá deslindar responsabilidades a futuro entre quienes nada han hecho y nada temen de los que tratan de tapar el sol con un dedo.