Dos exhibiciones colectivas permiten conocer durante estos días obras recientes de autores, tanto noveles como de trayectoria probada. Así el Museo Nacional de Bellas Artes presenta una selección de los resultados de un concurso escultórico, en justo homenaje a los 101 años del nacimiento de Lily Garafulic. Fallecida en 2012, su influencia didáctica y estética puede apreciarse a través de este conjunto de buen nivel de calidad y nombres mayoritariamente conocidos del público. Dentro de un recorrido que avanza de sur a norte, en el hall central de nuestro principal museo, destaquemos aquellos que nos han parecido más interesantes, dentro de los 30 trabajos expuestos. Llama la atención, para comenzar, el kitch encantador de la diosa doméstica de Edwin Rojas. En bronce, madera pintada y con algo de imagen pictórica llevada al volumen, pareciera recoger las bellas facciones de la homenajeada. A su lado, una milenaria madera de Ana María Garcés hace presente el gran paradigma de Garafulic, Brancusi y, más atrás de este, las máscaras africanas. También se acercan al ánimo de nuestro Premio Nacional 1995 Grisel Castro y Verónica Astaburuaga. La primera, con un bonito y pequeño torso metálico, pleno de movimiento y naturalidad corporal. La serie de las lunas hace recordar la segunda, por intermedio de una elegante conjunción de cuadrado y círculo en aluminio y bronce. Mediante su ovillo en acero tubular, David Cofré emprende, entretanto, una del todo abstracta confrontación entre irregularidad material y espacio interior.
Las floraciones genuinas de Soledad Chadwick realizan ahora un expandido juego de espacios circulares y placas de sabor tecnológico; sin embargo, el mármol reconstituido que lo compone le resta la sensualidad propia de la piedra pura, dándole aspecto de madera pintada blanca. Sin duda, la conjunción pétrea metálica de Simón Jiménez se emparenta con el francés Duchamp-Villon, a través de su áspera fuerza volumétrica. Mientras tanto, un toque surrealista posee la figura broncínea de Isabel Viviani. Concluye lo más atractivo del primer sector de la exposición una ágil y transparente composición (1992), en material plástico, de Elena Ferrada. Y justamente a ella se debe la plausible idea de llevar a cabo el presente homenaje.
Los premiados encabezan la siguiente sección del hall central. Un bloque macizo de gres, cuyo brutal, cuyo agresivo impacto visual y táctil -especie de vómito volcánico- ha servido para otorgar a Pascale Lehmann el primer lugar del certamen. Similar vigor, bien conseguido primitivismo y rusticidad hallamos en el potente granito sobre tronco de leño, de Pablo Casas y su mención honrosa. Frente a ambas ejecuciones anteriores, la fluidez refinada en el tratamiento de la madera y el resultado hermoso, original, obtenido por Pilar Ovalle nos parece que merecía algo más que un tercer galardón. Indudablemente elegante, bonito es el bicolor origami en fierro soldado de Paula Rubio, acreedor al segundo lugar. De las otras cuatro menciones honrosas recordemos, en especial, el doble y pétreo perfil cordillerano de Said Rumie y el despliegue de ángulos rectos en un volumétrico mármol nortino de Mauricio Guajardo.
Si el homenaje concurso dedicado a Garafulic fue organizado por la Sociedad de Escultores de Chile, el conjunto que está mostrando la Sala Las Condes corresponde a ocho mujeres reunidas por Arturo Duclos. Todas desconocidas para el visitante, abordan tanto pintura como la instalación. Acaso cuatro de ellas convencen mejor que el resto. Por ejemplo, Ana María Gutiérrez aporta un cuadro lírico de la naturaleza, protagonizado por dinámicas bandadas de perdices, cuyas distintas actitudes animan este mural sobre trozos de gasa quirúrgica. Los grises azulosos de las aves se avienen bien con los castaños del entorno vegetal. Asimismo figurativa, Verónica Bascuñán en su políptico nos propone visiones de alta cordillera, donde las acumulaciones de hielo y la peculiar atmósfera neblinosa se hallan captadas con solvencia.
La instalación circular sobre el suelo de Daniela Ponce parece vincularse a la memoria. Así dispone, encima de una alusiva capa de sal marina, objetos en ordenada dispersión: intervenidos restos de libros, agendas, bitácoras, relacionados formalmente por metálicos pedazos serpentiformes. No obstante, resulta posible que la obra más interesante de la exhibición sea la original muerte de la Ofelia hamletiana, aquí arrastrada con dulzura por una corriente fluvial invadida por pernos relucientes. Su autora, Cocó Caballero, logra un instante de innegable poesía visual. Por su parte, correctos acordes cromáticos caracterizan las abstracciones de Patricia Montes.
HOMENAJE A LILY GARAFULIC EN SU 101ER ANIVERSARIO
Escultores nacionales tributan mediante un concurso la memoria de una gran artista nuestra Lugar: Museo Nacional de Bellas Artes
Fecha: hasta el 7 de junio
Prendiendo fuego
OCHO MUJERES HACEN SUS PRIMERAS ARMAS EN EL ÁMBITO DE LAS EXPOSICIONES
Lugar: Sala Las Condes, junto a la Municipalidad en avenida Apoquindo
Fecha: hasta el 20 de junio