Íntegramente dedicado a Gustav Mahler fue el programa oído el viernes en el Teatro Municipal a la Orquesta Filarmónica de Santiago, esta vez bajo la conducción de Maximiano Valdés.
El concierto comenzó con los bellos "Lieder eines fahrenden Gesellen" (traducidos en el programa como "Canciones de un compañero de viaje"), actuando como solista el barítono chileno Javier Arrey. Más allá de las consideraciones sobre el real origen de los textos utilizados (¿cuánto es de Mahler?), si la primera versión fue para piano y voz y la orquestación fue posterior, o si la obra es una efusión de frustración amorosa (la relación de Mahler con la soprano Johanna Richter), las cuatro canciones que integran el ciclo ponen en evidencia dos de las características más propias del compositor: el lirismo, heredado de Schubert, de las melodías vocales, y su inconfundible color orquestal. El mundo intimista del lied para voz y piano, aquí se ve realzado por los colores instrumentales, siempre imaginativos, tratados en forma camarística, y donde su misión de acompañamiento nunca permite que un tutti rompa el equilibrio en la relación canto-orquesta. Valdés procuró mantener ese balance permitiendo que las excelentes condiciones de Arrey emergieran; algo tímido en un comienzo (acústica poco "comunicativa"), el joven barítono fue tomando posesión de su rol alcanzando un estremecedor clima dramático en la canción "Ich hab' ein glühend Messer" ("Tengo un cuchillo ardiente"), para terminar con la ternura resignada del último lied . Arrey, desde sus inicios bajo la tutela docente de Hanns Stein, ha ido construyendo una impecable trayectoria que lo hace claramente destacable en nuestro medio y así también lo ha demostrado en el extranjero.
La Quinta Sinfonía es fiel exponente de los aspectos de la poética mahleriana que convoca por igual a adeptos y detractores. Descontando el ensoñado y popular adagietto , los cuatro movimientos restantes constituyen un collage de ideas, fascinante para unos, insoportable para otros, que dejan en claro que también las fracturas y "decadencias" son material noble para el genio. Valdés logró con maestría organizar lo intencionalmente inorgánico, congregar lo deliberadamente disperso y otorgar sentido al caos. Para ello contó con una orquesta de excelente respuesta, donde destacaron los vientos solistas (extraordinario el cornista Ignacio García), todos largamente aplaudidos.