El negocio de las superproducciones se ha corporativizado lo bastante como para que cada teaser , trailer , póster, foto y posteo en redes sociales aporte su granito de arena para pavimentar un camino que ya está trazado desde mucho antes que la película exista.
Hoy, hasta la nostalgia llega calculada al milímetro y fiel a la planificación de la carta Gantt. Lo que no quiere decir que el goce del espectador venga prefabricado. Basta darse una vuelta por la nueva película de la serie "Mad Max" para notar que esa dimensión aún disfruta de cierta libertad e imprevisión, y no porque el producto sea distinto al resto de los blockbusters en cartelera: "Fury Road" es tan bombástica como "Los Vengadores 2" y tan desquiciada como "Fast & Furious 7"; sin embargo, en todo momento uno siente que mira algo de otro nivel, amplificado, tanto en niveles de violencia como de provocación, de autoconciencia y de ridículo, de sutileza y absoluta precisión. La historia de un camión tanque que huye con nuestros héroes a bordo, perseguidos por un ejército motorizado a través de un desierto postapocalíptico, no es más que una sólida y modesta base que sostiene un inmenso y circense tinglado donde toda clase de locuras florecen y se prodigan sin freno: cuerpos mutantes que se destruyen como juguetes en medio de wagnerianas explosiones, autos y armas reacondicionados hasta el paroxismo, opulencia y miseria caricaturizadas por igual, velocidad y fuerza bruta elevadas a nueva religión, en un mundo donde la paranoia define la condición humana y la garantía misma de persistencia de vidas y personajes que se justifican solo con el acelerador pisado a tope y con el sonido de los motores rugiendo como música de fondo. El cumplimiento de las proféticas e inquietantes fantasías del escritor J.G. Ballard, quien en 1981 ya había calificado a "The Road Warrior", segunda película de la saga, como "la Capilla Sixtina del punk".
No es casualidad que esta última cinta sea referenciada en forma directa por el nuevo filme. En ambas, la desaforada carrera en pos del camión sostiene todo el edificio -Peter Bradshaw, crítico de The Guardian, incluso sugiere que "Fury Road" no es otra cosa que la actualización de la clásica persecución tras la diligencia del viejo oeste, y vaya cuánta razón tiene-; en las dos, el personaje principal (Mel Gibson y Tom Hardy, respectivamente) es una suma de gruñidos y palabras sueltas, un animal herido, incapaz de funcionar en su quimera de vengador solitario y obligado a apoyarse en la comunidad. Tienen, eso sí, una diferencia crucial: "The Road Warrior" aún es una película física y masculina, con la vista puesta en los clásicos el western y el sci-fi ; "Fury Road" en cambio, es un brutal y colorido carrusel, donde la "hombría de los valientes" degenera en patética mascarada y los personajes femeninos (sobre todo Imperator Furiosa, encarnada por Charlize Theron) se revelan como las verdaderas rocas, fuertes e inconmovibles.
Y esto hace sentido tanto si consideras al nuevo "Mad Max" como un filme de "ultraacción" y genuino nuevo rey del género, o si te dejas llevar y ves en la cinta una suerte de bizarra ópera barroca de siglo XXI, donde el exceso magnifica al extremo tus sensaciones, pero convirtiéndolas al mismo tiempo en recursivo y fascinante simulacro.
MAD MAX: FURY ROAD
Dirección de George Miller.
Con Tom Hardy y Charlize Theron.
Estados Unidos, Australia, 2015, 120 minutos.