Se le conocía poco ese rasgo de consideración a Jorge Sampaoli. Anticiparles a algunos futbolistas prenominados que no estarían incluidos entre los 23 que jugarán en la Copa América es un gesto enorme. No cualquier jefe cita a sus dirigidos para decirles que van a sacarse la cresta entrenando, pero que no van a jugar. Es cierto que más de uno se lo podrá imaginar, dado que el nivel de sus competidores es mayúsculo, pero que el técnico minimice el factor de ambición desde el día uno es una arista innovadora. Hay que concederle este mérito, de difícil clasificación, al seleccionador.
Tampoco hay que dramatizar. Ya hemos tenido los chilenos más que suficiente con culebrones de todo tipo este semestre. Falta menos de un mes para el torneo continental y, si estamos viviendo una época en que se exige transparencia, Sampaoli se esmeró. Si les adelantó a Fabián Orellana y Pablo Hernández que estaban cordialmente invitados a entrenar con la selección, aunque ya tenía elegidos a los 23 y que solo una contingencia abriría alguna ventana para que ellos entraran a la nómina final, habrá que leerlo como una demostración de confianza, un exhorto a la comprensión y madurez de sus hombres. Lo demás es, lisa y llanamente, espacio para la especulación, y en esos terrenos ya sabemos cómo todo y muchos se pueden desmoronar.
Que les resta seriedad, estímulo, intencionalidad, voluntad y entusiasmo a quienes saben que son del grupo de los 7 descartados, por cierto que sí. ¡Qué verdad más grande! A nadie le gusta quedar eliminado antes de empezar el juego. Pero la ley la dicta la autoridad y en Pinto Durán el que se quiera ajustar a ella tendrá que acatarla. Para cuando llegue el desenlace estarán las frases consabidas que se acompañan con un rictus de sabia resignación: "Fue una tremenda experiencia", "el profesor me aseguró que habrá una próxima oportunidad", y la más reveladora, "desde un comienzo supe que iba a ser difícil".
Más de uno anda preguntando si esta especie de "convocatoria con final adelantado" ha sido un método selectivo frecuente del técnico o si es parte del nuevo trato global que inunda el ambiente, en el marco de la buena onda con los suyos, cuya mayoría se encuentra transitando una intensa temporada y no está para seguir estresada. Para terminar con este episodio que, más que ingrato, es inoportuno, la respuesta definitiva es que a Sampaoli también le da un poco lo mismo. Ya sabemos que el seleccionador es un pragmático impenitente que no renunciará a sus convicciones. Y que frente a los dilemas de las nóminas, los convocados, los sanos, los lesionados, los que quieren, los que dudan, los que se quedan y los que se van, hay un proverbio popular que no le falla: más vale temprano que tarde. Y si no le gusta, siga participando.