El proyecto Redcoral de la Fundación Ibáñez-Atkinson está emergiendo con fuerza en la actividad coral. En la temporada de conciertos que organiza en el Salón Blanco del Museo de Bellas Artes, el domingo se tuvo la oportunidad de oír al Coro de Cámara de la Universidad Alberto Hurtado, que dirige Paula Torres.
El sobrio y exigente programa incluyó los cuatro "Motetes para un tiempo de penitencia", de Francis Poulenc, y el Stabat Mater, de Domenico Scarlatti.
Poulenc es un compositor de voluble diversidad. Transita entre el desparpajo propio de la estética del "Grupo de los Seis", que se propuso tanto el abandono de las metafísicas wagnerianas como de las delicuescencias debussyanas, y las originales búsquedas armónicas "modernas", haciendo gala de una innegable vena melódica. En los motetes oídos, todos con textos en que prima el dolor, el compositor incursiona en lo más profundo de su religiosidad, manifiestamente influido por penosas circunstancias personales, a través de una escritura de complejas progresiones, fuertes contrastes dinámicos, sorpresas armónicas, sensible melodismo, cromatismos cargados de pathos e inestabilidad métrica. El resultado es una "oscuridad luminosa", de gran impacto emocional.
Hoy, el nombre de Domenico Scarlatti aparece vinculado casi exclusivamente a sus más de 500 Essercizi (Sonatas) para teclado. Este acervo prodigioso ha empalidecido sus óperas y la música sacra compuestas en Italia, antes de su avecindamiento en España. Entre estas últimas destaca claramente su Stabat Mater, obra de muy difícil ejecución, que se desenvuelve entre el contrapunto arcaico y los manierismos madrigalescos.
El coro reveló preparación vocal profesional, gran seguridad, disciplina y afinación. Su sonoridad es más bien oscura, muy apta para los motetes de Poulenc, pero de peso excesivo para la luminosidad de las texturas scarlattianas. Tampoco ayudó el timbre metálico de las sopranos, que en los forte se hizo algo estridente. Destacaron las intervenciones de la soprano Carolina Matus y el tenor Igor Hernández, muy convincentes en sus virtuosos solos. El continuo de Luciano Taulis (viola da gamba) y Sebastián Camaño (órgano) fue un gran aporte.
Paula Torres condujo con su calidad habitual, con gesto preciso y sensible, y comprobó una vez más que puede ser un referente en el medio coral chileno.