Una fuerza formal y expresiva poco frecuente constituye el atributo capital de la primera exposición -Galería Marlborough AMS- de Sebastián Yrarrázaval. Se trata de óleo y acrílico sobre telas de gran formato -2013 y sobre todo 2014-, donde la transfiguración del ser humano dentro de interiores aparentemente cerrados se lleva a cabo con ímpetu dinámico, con vigor arrollador. Y esos recintos arquitectónicos elementales se quiebran en rectángulos y cuadrados que prolongan, casi rabiosos, las dimensiones del espacio. No obstante, el cometido se cumple dentro de la más justa medida, para centrar y expandir la composición alrededor del cuerpo masculino en proceso de desintegración o, más bien, de desmaterialización y, acaso, con anhelos de trascendencia. Al mismo tiempo se provoca un contrapunto entre la rigidez, entre la móvil dureza de las formas geométricas y la visceral blandura corporal del protagonista -"Insiste, insiste, razona y conquista", por ejemplo-. Llama la atención, además, el personal cromatismo del pintor. Su variedad de naranjas tostados, de negros y grises, los asomos refinados de blancos y azules, de oportunos amarillos y dorado, el destierro de los verdes corresponden con acierto a la expresividad tan dramática de estos lienzos.
Por otra parte, ¡cómo sabe aprovechar el tema de los instrumentos musicales! Tenemos los tres cuadros con "Piano", donde el intérprete parece hacerse una misma cosa con el teclado. Más aún, otro instrumentista casi en estado de cadáver se abraza a "Chelo I", como si quisiera hallar en él su tabla de salvación. Tampoco faltan los lienzos en los que aglomeraciones de figuras geométricas parecieran provenir de una demolición furiosa de objetos poco identificables: "Ingrávido", "Estructurando el vacío". En cuanto a "Conjunciones", por un momento hace recordar, pictóricamente, las deconstrucciones de Matta-Clark, mientras un particular empuje dinámico impregna "Causa última" con la lucha del personaje contra el pesado cortinaje que se despliega amenazante. Destaquemos, por último, el efecto trágico de "Christus" y la enigmática red de unidades triangulares en lo alto.
Álvaro Oyarzún convierte en interesante símbolo del para él "pintura enferma" una serie pictórica (2014-2015) de conglomerados con vísceras animales. El hiperrealismo del original argumento llega a transformarlo, debido a lo inhabitual del asunto, en una especie de informalismo de colorido intenso e ilusorio atributo táctil. Ostentan aquellas el brillo, la viveza todavía húmeda de la carne, de los órganos, de las glándulas palpitantes. Se reparten estas en cuatro amplios acrílicos sobre lienzo y en ocho menores en papel. Además es propiedad capital el asignarle a cada una estados anímicos. Sobresalen "Iracundia", "La egoísta" y, entre todas, la hermosa "Melancolía", de sugerente coloración oscura. En cambio, con su concurrencia de figura humana "Vanidad" tiende a interrumpir la continuidad temática.
Dando énfasis a su etapa abstracta, se presenta en la Sala Chile del Museo Nacional de Bellas Artes a la integrante de la Generación de 1928 y Premio Nacional 1974, Ana Cortés (1895-1998). No obstante, el inicio de la exhibición resulta desalentador: en dos desnudos a carboncillo aparecen, flagrantes, despistes lineales; simplemente, en ambos, el muslo derecho de la modelo se halla mal dibujado, y no es una deformación expresiva voluntaria. Igual falla se reitera en la pierna de un desnudo femenino que afirma su cabeza sobre el brazo. En cambio, asunto parecido -en especial, las láminas preparatorias con color- se define correctamente. En general la académica etapa figurativa de la homenajeada se parece bastante a la de otros colegas de la Generación del 28. Hay, sí, algunas pinturas recordables. Anotemos dos: la viva fluidez de "En el taller", la violencia casi expresionista del papel "Mujer y niño". Ya rumbo a lo no reconocible, "Músicos" (1958) es mucho más Picasso que abstracción. Entre los doce óleos dentro de esta última orientación sobresalen el sólido "Andamios de sueño"; "Rueda de la vida", cercana al suprematismo; "Composición" -colección particular-; "Ciudad" (1964); "Composición no figurativa N° 2 (1968), y su atractivo juego de luces.
Irene Domínguez -Corporación Cultural de Las Condes-- en todo momento sí sabe dibujar. Y lo hace con verdadera gracia personal. Su característica temática del tango resulta aquí ampliamente explotada. Pero, más allá del baile mismo, cuentan los arranques iconográficos de los personajes. Anotémoslos sobre todo en ciertos grabados: la mirada de ella, la boca de él, en "Tango del parpadeo" (1978); el paño ornamental con paloma del tango de 1969; el grande y rojo "Corazón partido"; la concurrencia, en pintura y gráfica del gato gordo y malicioso. Ya fuera del baile, las féminas de la artista ya triplican sus solas piernas protagónicas -"Con zapatos blancos"-, ya alcanzan un cromatismo particularmente refinado -"Mujer al piano I"- o ese encanto de iluminación de libro medieval en "Árbol genealógico" (1978). En todo caso, una ironía tierna, juguetona, una genuina imaginería recorren la obra entera de Domínguez.
GRANDES PINTURAS DEL FLAMANTE SEBASTIÁN YRARRÁZAVAL
Lugar: Galería AMS Marlborough
Fecha: hasta el 30 de mayo
"LA PINTURA ENFERMA"
Hiperrealismo de Álvaro Oyarzún, capaz de volverse informalismo
Lugar: Galería XS
Fecha: hasta el 25 de abril
"ANA CORTÉS REB/VELADA"
Homenaje expositivo a la ganadora del Premio Nacional de Arte 1974
Lugar: Museo Nacional de Bellas Artes, Sala Chile
Fecha: hasta el 6 de junio
"LA VIDA ES UN TANGO"
La gracia de Irene Domínguez en pintura y gráfica
Lugar: Corporación Cultural de Las Condes
Fecha: hasta el 24 de mayo/p>