El campeonato de Cobresal, merecido, justo e indiscutible ganador de este torneo, incomoda. Porque Cobresal es este título, una historia con un rico anecdotario pero pobre palmarés para 36 años de vida, más esa alambicada simbiosis con el desierto y el sacrificio del minero que tanto ha resonado este mes.
Pero no es más que eso, porque humanamente tampoco se le puede exigir más: ni a los destinatarios del club, a sus hinchas, ni a sus administradores. Cobresal es lo que es: un ejemplo vivo del voluntarismo de unos cuantos por conservar una institución que agoniza dignamente hace varias temporadas.
Claro que para la mayoría, acostumbrada a otra épica, a un relato construido para multitudes y mercados más atractivos, fastidia que Cobresal salga campeón. Porque este título es un grato accidente para sus simpatizantes y sus jugadores, pero para los demás, incluso para la prensa que elogia la entereza y solidez del plantel, se trata finalmente de la consistente campaña de un equipo que aprovechó su opción, no como la desperdiciaron otros, grandes y medianos, que la dejaron pasar por ineptitud o arrogancia.
Pero su frágil condición no es algo que se transporte con comodidad y ligereza. Cobresal es un club cuya alma mater, Codelco, ya le escribió el epitafio cuando le comunicó que la entrega de dineros llegaría hasta 2016. Un símbolo de su resistencia a la fatal condena fue el modelo para esta temporada: armar un equipo competente para zafar del descenso. La Primera B, guste o no, es la sentencia de su desaparición, porque los factores para sufrir asfixia económica son indesmentibles: hace años que no forman figuras de las divisiones inferiores que permitan sistematizar recursos importantes por esa vía; los ingresos por recaudación, aunque la hinchada sea fiel, camiseteada y admirable, son marginales, porque es de las más minoritarias a nivel nacional, y además, porque sus seguidores proceden de un campamento minero cada vez menos poblado, porque el cobre se está acabando y las fuentes de trabajo, también.
El flamante campeón, justo e indiscutible, enfrenta ahora las consecuencias de su grato accidente. Debe renovarle casi enteramente al mismo plantel de jugadores y cuerpo técnico que con su nuevo estatus ahora tienen otras aspiraciones deportivas y salariales. Enfrenta la disyuntiva de ir a competir a la Copa Libertadores siendo fiel al objetivo central que es cautelar la categoría, que es la esencia para permanecer con vida en el fútbol profesional.
Como dicen todos los futbolistas cuando ganan: "Estamos disfrutando el momento...". Quizás así sea la única manera feliz de entender el fútbol cuando se es de Cobresal.