Nadie lo había anunciado. Su nombre no estaba en el programa y los asistentes esperaban con curiosidad al orador principal del almuerzo en la reunión de la Sociedad Mont Pelerin, en Lima. Había rumores; tenía que ser alguien comprometido con la defensa de las libertades individuales, como correspondía a una cita internacional de liberales. Cuando Enrique Ghersi lo presentó, se entendió por qué el secretismo: Flemming Rose necesitaba discreción y seguridad especial ante las tantas amenazas de muerte recibidas desde que, en octubre de 2005, se le ocurrió encargar y publicar en el Jylland Posten de Copenhague doce caricaturas de Mahoma; una de ellas mostrando al profeta con una bomba en el turbante. El mundo musulmán ardió, incidentes violentos dejaron 200 muertos, y sedes de embajadas de Dinamarca destruidas. Lo consideraron una ofensa a su profeta. Rose fue acusado de islamofobia y, por ende, era blanco de una persecución de los fanáticos. Amenazas que después del ataque, en enero pasado, al semanario francés Charlie Hebdo, sabemos no se pueden tomar a la ligera.
Desde que se publicaron los dibujos, la vida de Rose dio un vuelco. Viaja por el mundo -protegido por guardias oficiales daneses- defendiendo la libertad de expresión, un valor fundamental que, a su juicio, no puede ser doblegado por el miedo. "Trato de vivir lo más normalmente posible. Si no lo hiciera, les daría una victoria a quienes buscan imponerse ante nuestros valores".
En su discurso, Rose trató de demostrar por qué en un mundo globalizado, donde la información se mueve demasiado rápido y las sociedades cada vez son más diversas, en términos culturales, religiosos y étnicos, la libertad de palabra, y por lo tanto la crítica, se hace más necesaria. "Lo que se dice aquí puede tener efecto en otros países, porque cuando la información viaja, se pierde el contexto, y hay espacio para que se manipule y malinterprete. Entonces, es muy fácil decir algo que ofenda a otro, porque ante esa diversidad cualquiera puede acusarte de intolerante". A su juicio, si aceptamos los "tabúes de los musulmanes, tendríamos que aceptar los de todos, hasta los de los filatélicos". Por ese camino, el de un derecho especial para no ser ofendido, Rose cree que se llega a la "tiranía del silencio", que es el título de su libro publicado a fines de 2014, en el que relata sus experiencias desde 2005, pero también como corresponsal en la URSS, donde conoció la censura y la forma en que un régimen opresivo "criminalizaba palabras y opiniones" para acallar la disidencia.
Rose está en contra de las leyes que castigan discursos y no acciones. Reconoce que la injuria no es aceptable, pero, según él, deben ser los hechos violentos o la incitación explícita a la violencia los que debieran ser penados, y no la palabra. "Los musulmanes en Europa quieren que pongamos más leyes en contra de la libertad de expresión, pero ellos no pretenden cambiar aunque hagamos lo que quieren". Además no aplican la misma vara en sus países, donde la blasfemia y la apostasía se pagan con la muerte.
¿Controvertido? ¿Provocador? Dice que busca una discusión, el contraste de las ideas, justamente lo que hace a una sociedad libre, donde todos los individuos pueden manifestarse. Aunque algunos se ofendan. Prohibir la ofensa es prohibir la crítica.