La única culpa de Jimmy Martínez, el mediocampista debutante que debió ponerse al arco tras la expulsión del titular luego que su equipo había hecho los tres cambio reglamentarios, es convivir con los pésimos compañeros que tiene en Huachipato.
Sí, los mismos que lo mandaron al paredón después de una designación democrática donde claramente Jimmy no tuvo opción de negarse. Los mismos que después del bochorno se acercaron, culposos algunos, arrepentidos otros, solidarios los menos, para confortarlo y decirle que en la goleada de 6 a 0 que le propinó Cobreloa él carecía de cualquier responsabilidad, como si con ese consuelo barato se borrara de un plumazo la vergüenza de que en su currículum se lea que en el debut jugó al arco y le convirtieron 5 goles en 25 minutos.
El incidente de Jimmy Martínez, un prometedor volante de 18 años, pasado hace unas semanas al primer equipo, pero que de arquero no tiene ni el más mínimo fundamento, es un infortunio futbolístico, irrepetible, dramático, pero absolutamente evitable.
Su nominación como portero de emergencia, a sabiendas de que no contaba con la experiencia ni la capacidad para asumir la función, es un ejemplo de cobardía, una muestra como pocas del abuso de la condición de dominio de los jugadores mayores, una señal de que las malas prácticas con los futbolistas jóvenes, consideradas desterradas desde hace algunos años, siguen vigentes.
Martínez es una víctima de la crueldad de sus "compañeros" y de la incompetencia de su cuerpo técnico, que en lugar de tomar una decisión sensata y natural, como poner al arco al capitán del equipo o al jugador de mayor experiencia, dejó que operara el criterio impío, mezquino y temeroso de los jugadores.
Tanto el entrenador, Hugo Vilches, quien presenció el partido desde las tribunas porque se encontraba sancionado, como su sustituto ocasional, Hernán Peña, que el domingo se marginó de la más importante determinación que debía adoptar esa tarde en Calama, abrieron una interrogante de quiénes son los que verdaderamente mandan en el plantel.
Lo más probable es que Huachipato cierre este campeonato sin pena ni gloria.
Y que cuando se haga el balance, el discurso oficial enfatice que se cumplieron los objetivos de no descender y de cumplir una campaña digna, propia de una institución ejemplar.
Pero la mácula del capítulo Calama, que claramente será omitida porque representará tan solo una anécdota, se recordará en otras partes como uno de los hitos de la temporada.
Y en esa revisión crítica, Jimmy Martínez, aunque quiera olvidar ese domingo para el resto de su vida, será el único que podrá decir con toda autoridad que se la jugó por su equipo sin pensar en sus propios intereses.