La historia de "Puerto Hambre" pone a 200 personas en el extremo austral del país, esperando un barco de provisiones que nunca llega. Corre el año 1584 y Chile es apenas una colonia del rey de España. El lugar escogido por el capitán Pedro Sarmiento de Gamboa es de una belleza sobrecogedora, pero de un clima infernal. "¡Aquí no hay frutas, no hay animales, no hay comida!", claman los colonos de esta desventura verídica.
El cineasta Marcelo Ferrari ("Subterra") se pone al mando de este relato, tras ganar un fondo del Consejo Nacional de TV. La ambientación y puesta en escena son de calidad, así como la fotografía y la iluminación. La opción de ir a filmar a los mismos lugares en donde ocurrió la tragedia otorgan mucho realismo: el paisaje y la luz de este fin del mundo son insustituibles.
Esta miniserie de cuatro capítulos, que desde el lunes exhibe UCV Televisión, lo tiene todo para ser una joyita de la pantalla chica. Pero es tanta la desgracia sin tregua que se exhibe que no hay respiro para el disfrute. Los enfermos, el hambre, la violencia y la desesperación se suceden desde el comienzo. El realizador ha dicho que esta experiencia límite sacó lo mejor y lo peor del ser humano. Sin embargo, en el primer capítulo los pocos atisbos de humanidad fueron aplastados en breve por personajes violentos o intolerantes. Por ejemplo, el personaje de Juana (Sofía García), una abnegada joven que cuida a los enfermos, despierta las sospechas del infaltable cura, quien la ve como una "mujer de Satanás".
El guión deja poco espacio a los momentos luminosos y eso termina por cansar. También las actuaciones son disparejas. Aquí brillan los consagrados: Julio Milostich, Jaime McManus, Berta Lasala, Jorge Becker, Sofía García y pocos más. Esperamos que en los próximos capítulos la balanza se equilibre. Quizás se desarrolle más uno de los aspectos interesantes de la primera entrega: el encuentro con los indígenas. La buena idea de trabajar con personas de la comunidad kawésqar contribuyó a algunos momentos sobrecogedores.