Mientras la atención de muchos sigue puesta en las afiladas aristas de la investigación de las platas políticas y otros escándalos, en la economía también pasan cosas.
El Gobierno se ha mostrado complacido con que el Banco Central haya confirmado que hay "brotes verdes" en la actividad económica y que es factible alcanzar un crecimiento de 3% o algo más este año. Esa aspiración -admitamos- es bien modesta, pero al menos implicaría dejar atrás la frustrante desaceleración. En la visión de la autoridad monetaria, aunque la demanda interna sigue muy floja y hay ciertos nubarrones en el horizonte, gracias a la mejoría de la economía mundial Chile iría progresivamente apurando el paso a lo largo del año. Ojalá así sea, pero más vale tomar en serio los riesgos que se avizoran.
Como bien ha señalado el presidente del Banco Central, Rodrigo Vergara, en su último informe al Senado, la contraparte de la reanimación de la actividad económica ha sido un alza de la inflación más intensa y duradera de lo previsto. Conforme a su "férreo compromiso" con la estabilidad de precios, el Banco Central deberá más temprano que tarde reparar esa contraproducente desviación.
El alza del IPC es atribuida específicamente al fuerte aumento que ha experimentado el dólar, pero, en mi opinión, proviene más bien del drástico giro expansivo tanto de la política monetaria como de la política fiscal durante el año pasado. La primera ha permitido que las tasas de interés reales de corto y largo plazo desciendan a niveles mínimos; la segunda está aumentando el gasto público real a un ritmo de más de 10% anual, y puede llevar el déficit fiscal a un insostenible 3% del PIB -esto último, curiosamente, al Banco Central no parece inquietarle-. Semejante batería de estímulos, en una economía sin gran desempleo, con un grado limitado de capacidad ociosa y en un ambiente de mucho pesimismo, es normal que termine alimentando la inflación, tanto por el alza del dólar como de los costos laborales y otros precios. Inevitablemente, las políticas monetaria y fiscal deberán moderarse. Entre líneas, el Banco Central ya anuncia alza de tasas para fines de año.
El riesgo es que los proverbiales brotes verdes sucumban a las heladas. "Como es habitual -dice el Banco Central-, nuestras proyecciones se basan en un conjunto de supuestos, siendo uno muy relevante el de una recuperación de las expectativas de consumidores y empresas". Pero es improbable que ello ocurra cuando el Gobierno promueve -y tramita con urgencia- una descaminada reforma laboral que puede frenar la ya débil creación de empleos. Tampoco ayuda a crear confianza el peligroso aluvión de barro que parece traer la investigación de las platas políticas y el descrédito que ello está ocasionando sobre nuestras instituciones. Las cuentas alegres son prematuras.