Que corría grave riesgo haciendo política en Rusia, Boris Nemtsov lo sabía de más, y desde hace mucho. Cuando era viceprimer ministro de Yeltsin, en una entrevista me dijo algo que resultó premonitorio: "Es como una ruleta rusa; un juego cautivante. Un hombre debe en ciertos casos jugar ese juego. Algunas veces se gana y otras se pierde. Es excitante. Creo que tengo el trabajo más fascinante del mundo... No es como ganar plata... Podría hacer negocios, es más fácil, pero me parece menos interesante. Me entretiene más estar involucrado en esto. Ser político en Rusia es un trabajo mucho más impredecible".
Me acuerdo de la excelente impresión que me causó Nemtsov en esa entrevista. Además de que era joven y buenmozo, hablaba perfecto inglés, se manejaba con soltura y naturalidad, y respondía con aplomo las preguntas complicadas. Venía llegando de una visita a la Viña Cousiño-Macul, donde "tomé excelentes vinos". ¡Nada que ver con los viejos jerarcas comunistas, que ni hablaban con la prensa! En ese momento, ya se sentía la crisis económica que terminaría en el colapso de 1998 y su salida del gobierno.
Siendo un verdadero liberal, creyó que se podía transformar a Rusia en un "país normal", como decían tras el colapso de la URSS muchos rusos que soñaban con una democracia al estilo occidental y una economía de mercado real. No le gustaban los "oligarcas", nombre que él inventó, y quienes después pusieron a Putin en el poder. Hoy esos oligarcas están muertos o exiliados.
Desde entonces, las vidas de Nemtsov y de Rusia dieron un giro. El ex vicepremier pasó a la oposición (aunque no de inmediato) y Putin consolidó su poder. Primero gracias a que garantizó fuero a Yeltsin y su entorno, después ganándose a la opinión pública con la guerra chechena, más tarde, con una inédita prosperidad y un nacionalismo fascistoide. Al mismo tiempo, aplicaba dura represión contra opositores. Según Karen Dawisha, en su libro "Putin's Kleptocracy", en el que investiga los turbios negocios relacionados con el Presidente ruso y su entorno de enriquecidos ex agentes del KGB y amigos de San Petersburgo, desde el inicio "Putin y su círculo buscaron crear un régimen autoritario, gobernado por una camarilla estrechamente unida... que usó la democracia como una decoración".
Ese es el mundo contra el que Nemtsov luchaba. Sus campañas contra la corrupción en las altas esferas, sus continuos llamados a protestar contra el gobierno y, ahora último, su feroz crítica a la guerra de Ucrania le ganaron enemigos poderosos. Creía que por haber sido alguna vez el número tres del Kremlin tenía inmunidad. Según su amigo Ilya Yashin, tiempo antes de recibir los cuatro balazos que le dieron en el corazón, la cabeza, los pulmones y el hígado, le dijo: "Si quieren matarme, me matarán". No sabemos quién es el autor intelectual del crimen, tal como se desconoce quién ordenó matar a Anna Politkovskaya y a otros veintidós periodistas, en los últimos 15 años. Todos ellos conocían el riesgo de la ruleta rusa.