El Presidente Humala está buscando el conflicto con Chile. Dice que responderá con energía y amenaza con tomar medidas en contra de Chile por un supuesto espionaje nacional. Su reacción revela soberbia, es un cálculo irresponsable y demuestra el laberinto político en que se encuentra.
Pretender que las relaciones y el respeto de la dignidad entre los estados dependan del comportamiento de sus servicios de inteligencia es darles un poder peligroso y, por sobre todo, es una irresponsabilidad. Allí opera la doble vida de los agentes, el engaño y el soborno. Por eso, los intercambios diplomáticos en esta materia son reservados y meramente formales. No es usual que los países debatan públicamente notas diplomáticas sobre estos asuntos, por ser discusiones interminables e inútiles.
Tan contradictoria es la denuncia peruana, que entre los objetivos del supuesto espionaje chileno estaría el soborno para recuperar grabaciones ilegales obtenidas por agentes peruanos en la embajada de Chile en Lima. Todos los países espían y nunca lo reconocen.
Latinoamérica, con su realismo mágico, tiene su particular forma de practicar y reaccionar frente al espionaje. Hay gobiernos de la región que usan sus servicios de inteligencia para perseguir a enemigos políticos, chantajear a sus aliados e inventar redes de espionaje extranjero para fortalecerse internamente. En esta dimensión son obsesivos Evo Morales, Cristina Kirchner, los Castro y Nicolás Maduro.
Humala no es la excepción ni le corresponde dictar cómo se manejen y controlen los servicios de inteligencia de Chile y de cualquier otro gobierno: pocas semanas atrás se comprobó que la agencia peruana espiaba a la Vicepresidenta de Perú.
Sin pruebas confiables, el Presidente Humala y su ministro de Defensa, Pedro Cateriano, han urdido con supina miopía un incidente para capitalizarlo políticamente en busca de popularidad. Poco les importa poner en riesgo las relaciones con Chile, las oportunidades e intercambios de peruanos y chilenos, residentes, emigrantes e inversionistas, y tampoco les interesan los impactos de este episodio en el cumplimiento del fallo de La Haya. Antes piensan que la crispación bilateral les puede ser políticamente rentable.
Este juego del Presidente peruano ha quedado al descubierto a los dos lados de la frontera y hay sectores ilustrados en Perú que lo han criticado.
Una adecuada respuesta chilena a Humala debe tomar debida nota de sus amedrentamientos y de las negativas consecuencias de acceder a sus pretensiones. La respuesta de la Cancillería chilena debe ser firme, una sola y definitiva: Chile espera tener las mejores relaciones con Perú y rechaza con firmeza todo oportunismo de utilizarlas para consumo político de su gobierno, en desmedro de los intereses permanentes de ambos países y de su gente.