El escenario es evidente: Universidad de Chile está a 10 puntos del líder del Torneo de Clausura a menos de una semana de debutar en Copa Libertadores y, entremedio, tiene otro pleito con el que tratará de romper la racha de cuatro partidos sin ganar contra otro que anda a los tumbos, Unión Española. Entre el 13 de febrero y el 2 de mayo, la U debe jugar 17 partidos, con dos objetivos originales hoy por hoy bastante laboriosos de compatibilizar: retener el título de campeón del fútbol y cumplir una más que digna campaña en el torneo continental.
Pasado el primer tercio del certamen local, con un rendimiento discretísimo y un poder de juego sin perspectivas de mejoría individual y colectiva, el cuestionamiento clave que debe rondar al técnico, jugadores y directivos de Universidad de Chile, y que por supuesto ninguno va a reconocer y menos responder abiertamente, es: ¿La Copa o el Clausura? Y a partir de esto, todas las derivadas: ¿Hasta cuándo es prudente estirar la cuerda y emplear los mejores recursos en el campeonato nacional? ¿Hasta que las matemáticas indiquen que no existe posibilidad de alcanzar al puntero? ¿No será mejor jugarse entero por un torneo internacional donde todos parten de cero y enfocarse en el plano local solo para los clásicos contra Colo Colo y la UC? ¿Será más rentable concentrar los esfuerzos en superar la primera fase de la Libertadores, conseguir un buen puntaje en el grupo y apostar a un reordenamiento favorable para los octavos de final y así sucesivamente? ¿No fue esa la exitosa opción del actual campeón, San Lorenzo de Almagro?
Por cierto que en un club grande nunca va a ser políticamente correcto confesar que la competencia interna vale poco y nada si las opciones han quedado reducidas a no tener margen de error y a jugar con resultados de terceros. No tan sólo es difícil admitirlo, sino que también presentarlo y avalarlo, aunque en la práctica sea cierto si se tiene un torneo internacional en simultáneo.
A contrario sensu, en la U bien podrían fundamentar que sería impresentable ante sus hinchas botar un campeonato sin todavía llegar a la mitad, por muy malo que haya sido el inicio. El tema es que cuando se traspase esa frontera, en tres fechas más (2 de marzo), el equipo ya tendrá dos partidos jugados por Copa Libertadores (debut ante Emelec en Santiago y visita ante Inter en Porto Alegre) y estará a tres días de enfrentar a The Strongest en el Nacional. Es decir, quizás ya sea muy tarde para priorizar uno u otro porque puede ser innecesario para los dos.
La misión que tiene por delante Martín Lasarte no es solo recuperar el nivel futbolístico y anímico de su plantel, sino que elegir, con los costos asociados, la estrategia que le permita salvar el semestre con algún decoro, más allá de argumentar que el grupo lo dio todo para evitar el fracaso en ambos frentes. La inimaginable merma de puntos del primer tercio de campeonato tiene prácticamente condicionado al DT a escoger por la Copa Libertadores y seleccionar a quiénes guardará para la competición internacional y con quiénes seguirá intentando recobrar los espacios perdidos en el Clausura. Si no lo hace, opción que viniendo de un uruguayo aguerrido y cerebral no sería tan inverosímil, de seguro va a poner en riesgo su continuidad en Universidad de Chile. Lo que de verdad sería una pérdida dolorosa para la escasa lucidez que recorre nuestras canchas.