Dicen los expertos en estadísticas que nunca tanta gente se informó de un fenómeno ajeno a su aldea, ciudad o país, como lo hizo el mundo respecto de los atentados en Francia.
Quisiera analizar este fenómeno.
Desde chicos aprendemos a dividir el mundo entre lo malo y lo bueno, lo nuestro y lo ajeno. Lo normal es que desarrollemos sentimientos de cercanía hacia lo nuestro y de distancia hacia lo ajeno. En particular si hay un conflicto entre ambos. También es normal que tendamos hacia lo bueno, porque aprendemos muy pronto que así nos va mejor, nos quieren más, somos mejor evaluados.
También sucede que lo ajeno nos asusta. Lo que pone en juego nuestra moral, nuestra racionalidad, nuestra experiencia, se transforma pronto en una distancia que es afectiva, emocional. Así aprendemos desde pequeños a mantener una cierta moral social ligada a la familia, al grupo social y a la cultura a la que pertenecemos. Los países crean constituciones y normas, tienen castigos y policías, para que si nos falla la tolerancia no nos convirtamos en asesinos de los "ajenos" o "inmorales". Nos protegen de nosotros mismos, porque sabemos que el miedo y la rabia pueden volvernos violentos ante los que violan nuestra moral y nuestras creencias. Conocer lo propio y convivir con lo ajeno: de eso se trata vivir juntos.
Lo que pasó en Francia cuando dos terroristas mataron a los editores de una revista podría ser parte de la violencia que vemos día a día en la prensa y la TV. De lo que estudiamos y leemos respecto de la historia y las guerras (las religiosas y las políticas). ¿Por qué el mundo se detiene ante lo que pasó en Francia? Aun los críticos de la revista marcharon defendiendo la libertad de prensa y el humor como forma de tratar la realidad. Marcharon amigos y enemigos, los nuestros y los ajenos. Parece que todos, consciente o inconscientemente, notamos la intolerancia como un fenómeno en aumento. Cada vez nos da más miedo lo distinto a nosotros mismos. El mundo está cada vez más abierto, más liberal, más inclusivo y más global. Y los seres humanos están cada vez más asustados.
Si bien los prejuicios vienen de la crianza y la experiencia y nos sirven para ordenar el mundo (porque nos permiten generalizar, predecir y sentir que comprendemos más nítidamente el entorno), la razón es la gran arma del ser humano ante la intolerancia.
Es importante hacer prevalecer la razón sobre el miedo. En todos los niveles.