No será Alejandro Otero, ni menos Jesús Soto ni Cruz Diez, pero es una gloria nacional. Permeable a creadores de la fecunda primera mitad del siglo XX, la pintura del venezolano Oswaldo Vigas (1926-2014) se impone por ciertas características genuinas. En primer término, por la fortaleza de sus trazos impregnados de gestualidad y por sus figuras que llenan, rotundas y sin necesidad de escenario, el espacio del soporte. Por intermedio de ellas se pone de manifiesto, en general, la herencia precolombina unida a la magia peculiar del trópico. Podría considerarse que ambas raíces las recibe a través del cubano Wilfrido Lam y de coincidencias con el peruano De Szyszlo. A esto se suman, fruto de su larga residencia en París, las influencias de los cubistas y Picasso, además del expresionismo con el norteamericano De Kooning a la cabeza. La mayoría de tales paradigmas se registra en distintas etapas de su obra.
Médico de profesión, aunque no ejerciera, de este artista nada se conocía en Chile. Hoy día repara esa limitación el Museo Nacional de Bellas Artes con una retrospectiva suya que abarca 70 años. Para comenzar, asombra un pequeño óleo sobre cartón -"Composición IV"-, ejecutado a la edad de 17 años. Ya muestra de cuerpo entero esa especie de violencia irracional que invade el espacio con seguridad plena. La naturaleza muerta cubista e imágenes fantásticas bastante viscerales se hacen presentes. Más adelante llaman más la atención: "Tres figuras en amarillo (1948), por su vinculación expresionista con Alemania, la hermosa coloración y las agresivas líneas verticales y diagonales del depurado "Proyecto para mural en verde" (1953), "Solariega" y "Floreciente". De 1967, estas dos últimas reflejan claramente el manchado espeso de De Kooning, donde asoma la figura inquietante del ojo humano.
Si bien aparecido ya durante la década del 50 y más frecuente en la del 60, el característico personaje de la bruja nos parece que logra, por lo menos en nuestro Bellas Artes, su lienzo más atractivo mediante "Duende rojo" (1979). Gouache de cromatismo aclarado, exhala el misterio enigmático de un ritual mágico, en el cual el presunto oficiante se transfigura en signo terrorífico. Algo de ello posee los trazos punzantes de "Comedora de pájaros" (1976). Pero esas formas hirientes -como siempre definidas por marcados contornos negros- que contraponen tan bien ángulos rectos y curvas desafiantes, hallan su culminación en el gran díptico rojo fulgurante "Génesis" (1980), dupla que simboliza lo femenino y masculino. Aunque asimismo descolla de entonces "Aparecido azul" (1976), un inesperado acervo abstracto y geométrico hace su aparición durante el período 1970-1972. Aquí, al parecer, hallamos una cumbre de la exposición: el bello, el cromáticamente austero óleo sobre tela "Hierática IV". Lo escoltan algunas atractivas pinturas que apuntan en dirección similar. Una vez más la geometría hace valer sus quilates en tierra venezolana.
Un concurso vital
El Mavi nos muestra los resultados del 9° Concurso Minera Escondida. En comparación con el certamen anterior, globalmente alcanza un nivel de calidad superior. Independientemente de que los premiados puedan parecer discutibles, hallamos obras atractivas dentro de este conjunto de autores desconocidos, cuyas edades fluctúan entre los 22 y los 35 años. Las fotógrafas Carolina Andrea González y Florencia Serrano, en especial. Ambas recurren a trípticos. Pero González trastroca coherentemente su poderosa imaginería, para crear una especie de interpretación peculiar de la muerte y la doncella. Serrano, en cambio, nos entrega fotografía pura, en blanco y negro, a través de una austeridad llena de melancolía rememorativa.
Más bien en el campo de la gráfica se sitúan Nicolás Labadía y Macarena Cortés. El primero aporta una armoniosa secuencia de diminutos caballitos recortados de billetes de banco. Ella, una construcción delicada con papel cuadriculado y enlazado como textil: un imaginativo desarrollo abstracto en color natural. Entretanto, la amplia pintura de José Miguel Marty logra una inesperada armonía visual y espacial, a partir del heterogéneo mosaico kitsch con héroes de cómic e íconos de la historia del arte. Marcos de cuadros opera Pascuala Lira, interviniéndolos pictóricamente con decoración rococó, que evoca ciertos trabajos de Josefina Fontecilla. También interesa el atmosférico espacio nuboso de Nelson Hernández, impreso sobre papeles recortados.
De los premiados, Catalina Andrea Andonie ha construido un volumen de espejos en ángulos rectos, cuyos deterioros parciales le otorgan movilidad. Por intermedio de dos pedazos de una simple piedra, que un mecanismo a la vista acerca y aleja, Natacha Cabellos fue galardonada; lo mismo ocurrió con el par de vasijas pétreas del ariqueño Gonzalo Contreras, aparentando aludir a la cerámica precolombina de su tierra. Si el video y el vestuario de Fernanda López recuerdan demasiado las acciones corporales de la alemana Rebecca Horno, la instalación de Ash Aravena emerge confusa y sus cuadrados de madera pesan demasiado.
"Antológica 1943-2013"
Lugar: Museo Nacional de Bellas Artes
Primer piso, ala norte
Fecha: hasta el 15 de marzo 2015
"Premio Arte Joven Mavi/Minera Escondida"
Lugar: Museo de Artes Visuales
Fecha: hasta el 1 de marzo de 2015