Desde que vivo en el campo, imposibilitado para alcanzar ese difícil equilibrio entre la nutrición y el placer, me acosan crecientes problemas de peso: genero ganancias, excedentes, funciono como institución con fines de lucro que reinvierte sus utilidades. El ritmo de las comidas -que la agitada vida urbana interrumpe o elimina- acá se encuentra restablecido con la misma regularidad con que se suceden los trabajos, los días y las estaciones. Apenas acabado el desayuno empieza la preparación del almuerzo, después el té y, en fin, la comida cierra una danza que reúne en torno a la mesa de manera implacable.
Como en la mayoría de las casas chilenas, el menú es heterogéneo, ya que proviene de distintas tradiciones culinarias, aunque en estas fechas reinan "las comidas chilenas" de esta zona: la humita y el pastel de choclo, los porotos granados, el chancho en piedra, el pan amasado para untar y acompañar. Todas ellas, por fortuna, muy bien preparadas en mi casa, por lo que mis excedentes corporales van en aumento constante.
He notado, además, que esta transformación, en apariencia puramente carnal, produce también cambios espirituales, nuevas preocupaciones. Así, gracias al tiempo libre propio de las vacaciones, me he sorprendido siguiendo programas culinarios, como los de Nigella Lawson, Sor María Isabel o Francis Mallmann, con similar devoción a la que dedico a algunas telenovelas turcas (añado enseguida que los turcos, al menos por lo que reflejan sus ficciones, comen exquisito).
Pero, ¿comen los chilenos en sus casas? En el día a día, ¿cómo va nuestra cultura culinaria? ¿Vamos a menos? Es difícil saberlo y las recientes declaraciones del chef francés Yann Yvin aumentaron mi sensación de alarma, sobre todo viniendo de él: "En unos años, un plato de porotos granados va a valer diez mil pesos y se venderá solo en lugares pitucos y lujosos de Santiago", y sentencia después: "Ya nadie lo cocina. Ya no se traspasa el conocimiento de abuela a hija. Hoy fui a La Vega y comí porotos granados hechos por colombiana, peruana, pero ninguna chilena. El chileno tiene la mala costumbre de mirar siempre para afuera antes de concentrarse en lo que tiene". Monsieur Yvin parece dar en el clavo. Él, junto a otros dos chefs, ha ganado popularidad nacional por su participación como jurado en el programa Masterchef-Chile, un reality cuyo formato pertenece a la BBC (se nota que la cultura televisiva inglesa es capaz de concederle un contenido interesante a un esquema fabricado para subrayar la estupidez) y que en su versión chilena combina emoción, amenidad y educación. El programa -que ya se encuentra en sus fases finales- logró audiencias sorprendentes. Una buena noticia, en definitiva, para la cultura, la televisión y, por cierto, para la cocina nuestra de cada día.