Santiago a Mil ha querido acercar el arte a una mayor cantidad de personas y en lo posible, a sectores que tienen poco acceso a formas superiores de expresión cultural. Este año tuvo 91 espectáculos en 16 días, una exposición de artes plásticas, danza, música, pasacalles, talleres, charlas, diálogos, extensiones a provincia. Un conjunto inabarcable. Peligroso si se desea mantener un buen nivel de calidad.
En mi artículo anterior me referí a 4 obras relevantes, "La Ilíada", "Las olas", "Cenicienta" y "Noche de Reyes". Hoy lo hago con otras cuatro.
Exhibit B
Estremecedora fue "Exhibit B", del creador sudafricano Brett Bailey, en el Palacio Cousiño. Con ritualidad que exigía desplazamiento individual en completo silencio, vimos a hombres expuestos como antes se exhibieron aborígenes en ferias y circos europeos. Cuatro "performers" vinieron de Namibia y entonaron un canto de gran belleza, 11 eran inmigrantes que viven en Santiago. Representaban situaciones verdaderas del pasado, que se explicaban como en una exposición. Estaban inmóviles y silenciosos, pero nos miraban fijamente cuando estábamos frente a ellos. En sus historias personales colocadas al final, varios se dolían de la discriminación que debían soportar en nuestro país. El público podía escribir sus impresiones al terminar el recorrido. Los cientos de hojas que se apilaban en la mesa mostraban la profunda huella que la instalación les había dejado. Si los espectáculos intentan impresionar y producir cambios, este ciertamente lo ha logrado.
Sin título Nº 1
"Ohne Titel Nr.1", ópera bufa del director alemán Herbert Fritsch, es un juego irónico sobre las grandes producciones operáticas y las comedias musicales norteamericanas. Las dimensiones monumentales de las escenografías de la ópera se aplican irónicamente a un enorme sillón en el que se pueden subir los 15 actores y verse todavía pequeños; disonantes eran las notas de la orquesta; los peinados y los trajes, extravagantes. Fritsch juega a construir una ópera sin ninguna palabra, con movimientos pretendidamente elegantes y acciones de comedia rosa. Desafía al influyente mundo de la ópera. Su debilidad está en que reitera excesivamente los juegos. Al final, en rápido movimiento en escena, todos dan vuelta sus trajes y pasan a tener una suave tonalidad común cuyo contraste deja en claro que usaba lo kitsch como una crítica.
Mar
Parecía un acto valiente traer a Chile la obra "Mar" de la compañía boliviana Teatro de los Andes. Se suponía un acto de reivindicación pero, sin afirmar que no lo sea, es más bien una ironía hacia los militares bolivianos que perdieron el mar. La obra se desarrolla en un mantenido tono de humor: una canción que se reitera y que solo dice "mar, mar, mar"; un jefe militar, que aparece con napoleónico tricornio, dice dos veces que sus colegas son unos h... por haber perdido el mar. Cuando al final llegan al mar lo miran desilusionados, se sacan sus uniformes, se meten al agua... y la encuentran muy helada. El último deseo de la madre de ser llevada al mar sirve para hacer juegos escénicos. Hay sí una afirmación punzante: por sus dimensiones y por lo que significa, el mar no puede ser de nadie.
I am mapuche
La obra de mayor impacto fue "I Am", del coreógrafo neozelandés Lemi Ponifasio. Fue estrenada el año pasado en el Festival de Avignon. Su compañía MAU, formada por artistas de muchas nacionalidades, busca expresar verdades fundamentales: la existencia de lo sobrenatural, el entrelazamiento de todos los dioses, la raíz ancestral, la dependencia de la naturaleza. En Chile, Lemi Ponifasio quiso incorporar las concepciones ancestrales mapuches.
Su danza es principalmente ritual, de lentos movimientos. Es el concepto de danza que predomina en la tradición asiática. La obra no intenta contar una historia, es una sucesión de cuadros que van formando un clima de fuerza y violencia, siempre controlado y elegante.
En una gran plataforma puesta al fondo se proyectan imágenes abstractas que se conectan con la música de sonido poderoso y envolvente. Las voces son elevadas a canto sagrado en diferentes idiomas, las palabras no se traducen, entendemos lo central, expresan violencia, rechazo, reclaman justicia.
Hacia el final, el fondo del escenario se inclina, desciende y se transforma en una enorme rampa por la que bajan lentamente tres actores. Música moderna invade la sala. Desciende un hombre semidesnudo, extiende sus brazos y queda como una cruz recostada en esa superficie. Con golpes de sus brazos y piernas produce ritmo de música ancestral. En suave gradación comienza a proyectarse una imagen de agua que cae sobre él, el sonido se hace más intenso y el inicial hilo de agua se convierte en una catarata poderosa que inunda todo el escenario; la cruz que es ese hombre, permanece al centro. Es un final que nos remite a la inmersión en las fuerzas poderosas de la naturaleza. Después, el silencio.
Cuando los aplausos se extendían ya por largo tiempo, el conjunto ejecutó una danza mapuche. Lo mapuche está al comienzo y al final pero no tiñe la obra. La majestad de los movimientos, su sentido ritual, la fuerza de las voces, el efecto que producen las imágenes proyectadas forman un todo que hace de "I Am" un espectáculo de valor superior.
En el conjunto heterogéneo de Santiago a Mil, hubo obras que no justificaron su inclusión en el festival; sin embargo, hubo una decena con alta calidad. "I Am" de Lemi Ponifasio señaló, con fuerza creativa, en contra del escepticismo actual, el valor de lo ancestral y la existencia de poderes superiores.