"Santiago violenta" es la demostración de que la práctica rinde sus frutos. Desde el año 2006 a la fecha, a lo largo de cinco largometrajes, Ernesto Díaz Espinoza (1978) ha desarrollado un cine de carácter muy nítido, con películas que beben abiertamente de la cultura popular, el pastiche , la cita y el homenaje. En ellas hay artes marciales, gore, cine de los setenta, James Bond, Chuck Norris, mala televisión, buena música y mucho Tarantino, director que ha hecho un cine también a base de robos y pirateos. Díaz combina todo esto con sabor y humor local, donde la ciudad de Santiago suele lucir como un lugar afiebrado, denso, con truculentas historias detrás de sus fachadas. Díaz podrá hacer un cine bastardo, pero es incuestionable que no hay cálculo estético o comercial en sus películas, sino amor por el cine de género, por la acción, por la idiotez, por las mujeres atractivas y los personajes fallidos.

El lado B de toda a esta energía y pasión es cierta falta de rigor, de consistencia interna en sus cintas. A diferencia de Tarantino, que incluso planifica en exceso sus películas, las de Díaz suelen tener algo de improvisadas, de incompletas, de abandonadas al furor del momento. Es cine barato que se asume como tal, y en consecuencia puede recurrir a soluciones baratas, lo que no está mal, especialmente si se trata de efectos especiales o la dirección de arte, ya que esto se perdona si la historia te captura. Con Díaz, sin embargo, a veces la misma historia muestra falencias y puede dejar sus películas algo cojas, lanzadas a medio camino, sin alcanzar el verdadero potencial de sus premisas, premisas que, en algunos casos, como en "Mirageman" (2007), son brillantes.

Algo de esto sucede en "Santiago violenta". La cinta pierde su rumbo en los últimos 15 minutos. Antes de eso, desarrolla una experiencia cinematográfica vívida, cómica, tensa y muy gozosa. En apariencia, la película cuenta la historia de tres amigos de colegio -Broco, Mauro y Noel (Mauricio Diocares, Matías Oviedo y Nicolás Saavedra, respectivamente)-, que pasados los treinta años aún se juntan a beber y disfrutar de la noche como cierta ritualidad. En una de esas noches, vislumbran la oportunidad de hacerse de un botín, lo que termina involucrándolos en una red criminal. La cinta revela paulatinamente, y aquí guarda buena parte de su interés, que no se trata de tres descerebrados piscoleros, sino de hombres amargados por el fracaso. Broco es un director de cine frustrado por su falta de educación y talento, que sueña con hacer películas como las de Tarantino, pero es incapaz de montar decentemente el video de un matrimonio. Noel está angustiado por un padre que no solo es un descarado estafador, sino que le endosa la responsabilidad de sus delitos. Mauro, el secreto protagonista de la cinta, es quien tiene el mejor pasar económico, pero a costa de ser tratado como inútil por su suegro y de impotente por su propia esposa, una mujer ardiente a la que es claramente incapaz de satisfacer. Así, para cada uno de ellos, ir tras el botín no es oportunidad casual sino el momento de probar su talento, ganar su libertad o recuperar su virilidad.

En sus cortos 80 minutos, "Santiago violenta" corre a gran velocidad y antes de que nos demos cuenta, antes de tener tiempo para detenernos en las inconsistencias o en pensar cómo llegamos aquí, estamos frente a la escena del atraco, el corazón de la película. Este es un gran plano secuencia, sin un solo corte por cerca de 10 minutos. Por la gran cantidad de acción que contiene -hay ascensores, múltiples diálogos, un muerto, persecuciones, un tiroteo y una tormenta que aparece repentinamente- no es solo un portento técnico, sino un portento emocional. A lo largo de este plano presenciamos la transformación interior de Mauro, el momento en que deja de ser un apollerado y vuelve a ser el hombre que siempre debió ser. Esta pura secuencia vale su peso en oro, dispara el cine de Díaz a otra categoría y está entre los mejores momentos del cine chileno de los últimos 40 años. Si no es más que por esta secuencia, "Santiago violenta" debe verse en la pantalla grande antes de que nuestra avara cartelera la saque de circulación.

Santiago violenta
Dirigida por Ernesto Díaz Espinoza. Con Mauricio Diocares, Matías Oviedo, Nicolás Saavedra, Shenda Román y Caterina Jadresic. Chile, 2014. 80 minutos.