Calladamente, en medio del verano, una flamante pintora -y ¡qué pintora!- se da a conocer. A través de su renovada mirada del paisaje chileno muestra -Galería AMS Marlborough- varias facetas originales. Desde luego, el partido que sabe sacar del color saturado y la textura peculiares de las tizas. Mediante ellos convierte el panorama de nuestra región central en un susurro formal de cromatismo vibrante, en delicadezas lineales que saben contener la particular potencia de las coloraciones genuinas. Lo encarnan trece cuadros muy bellos. Su figuración de intenso lirismo resulta, además, capaz de tocar con entera naturalidad fronteras expresionistas -"Calma II"- y territorio onírico: "Meditación I", de la cual se desprende una atmósfera plena de sugerencias.
Una melancolía general embarga cada pastel, aunque en oposición muy contemporánea con una voluntad de superarse, que en el fondo opta más bien por el optimismo. Esta cualidad se advierte sobre todo en las tres "Meditación", cumbres de la exposición. Por su parte, debe hacerse notar el encanto dinámico del juego entre curvas y verticales rotundas, de "Remanso I"; la gradación simultánea de claroscuro y perspectiva, en "Alba". El acierto de mostrar un par de trabajos, testimonio del pasado -mejor el de 2004-, sirve para demostrar cuán inimaginable resultaba, entonces, el futuro próximo de la artista. Por último, un detalle menor: el peso de la firma tiende a menguar el efecto plástico de cada esplendoroso panorama campestre.
Desigualdades en una misma generación
Las amplitudes espaciales del Centro de las Artes 660 permiten desplegar con holgura los trabajos de 32 autores nacionales, ejecutados durante el período 1999-2014, con frecuencia en gran formato. Mayoritariamente de nombres menos conocidos en el circuito comercial, las edades de ellos fluctúan entre los 40 y 52 años; en su caso, por lo tanto, ya no se puede hablar de jóvenes. Aunque muy distintos entre sí, pertenecen a la misma generación. Eso no impide, sin embargo, que una pregunta se torne insistente a lo largo del recorrido de la exposición: ¿por qué estos y no otros? La presente selección se debe a cuatro electores: dos directores de galería, uno de museo y un teórico extranjero. El criterio electivo nos parece bastante subjetivo y se echa de menos un hilo conductor sólido que los relacione mejor unos con otros. Quizá todo eso explique la marcada diversidad cualitativa entre las obras participantes, que ni el adecuado montaje logra disimular.
Fuera de ciertas alusiones a la dictadura, acaso presunto salva-vida para conseguir interesar al espectador, uno de los escasos conceptos globales que se logran establecer es el de casa del hombre. Lo manejan aquí unas pocas realizaciones. Independiente de sus méritos, consignemos a Andrés Durán -idea genuina como monumento público-, Francisca Benítez, Voluspa Jarpa, Johanna Unzueta, Hoffmann's House. Ahora, en cuanto a los baluartes más recordables del conjunto, deben destacarse, en primer lugar, tres aportes. Aparecen ellos como los dotados de una mayor expresividad dramática, bordeando incluso la violencia. De ese modo, Josefina Guilisasti ofrece un hermoso desarrollo fotográfico en siete etapas, protagonizado por un cambiante paquete, siempre frágil y elegante. Enmarcan esta especie de naturalezas muertas un severo marco negro y una cortinilla de terciopelo, que termina por volverse sospechosa. En efecto, el contenido de cada paquete se supone corresponde a miembros humanos, en alusión a un crimen famoso de comienzos del siglo pasado. Así, entre belleza formal exterior y cruda realidad interna se establece un contrapunto conceptual extremo. Por su parte, con especial sutileza Cristián Silva-Avaria retrata la violencia física a través de la casi abstracción de un parabrisas de automóvil. Su serie de nueve fotografías sigue las estaciones de destrucción del vidrio en amplias dimensiones. Claudia Aravena-Abughosh recurre al sonido y a un video fijo para recrear, con elocuencia, un instante de peligro mortal en una región del mundo de la mayor inestabilidad guerrera.
De algunos expositores sólo se expone material documental de sus obras. Es el caso de Sebastián Preece y su intervención arqueológico-arquitectónica en una vieja institución de salud santiaguina. Asimismo, el de Fernando Prats y un instante crucial en su conocida instalación verbal con neón. Respecto de otros trabajos concurrentes y que tampoco muestran relación temática con sus vecinos de CA660, no dejamos de hallar productos interesantes. De esa manera, tenemos a Iván Navarro, cuyo atractivo "Hoyo rústico" recuerda procederes de Jaar: una idea clara, llevada a cabo con economía de medios -a menudo no faltan los espejos- y potente efecto expresivo; a Natalia Babarovic, en su búsqueda pictórica de renovar la interpretación clásica del paisaje chileno; a Patrick Hamilton, donde la hoja cortante de utensilios domésticos se transfigura, insólita, en imagen paisajista. Otros participantes han superado en el día de hoy la creatividad de su cercano ayer -Nicolás Franco, por ejemplo- u obtuvieron logros bastante superiores pocos años después de las obras seleccionadas: Livia Marín, Claudio Correa.
"Pasteles y meditación"
13 pinturas que renuevan la mirada de nuestro paisaje
Lugar: Galería AMS Marlborough
Fecha: hasta el 31 de enero
"Grado Cero°"
10 años de arte contemporáneo chileno
Lugar: Centro de las Artes 660
Fecha: hasta el 31 de enero