"La Ilíada"
Se supone que nadie mejor que un griego puede interpretar el espíritu de "La Ilíada", obra que es el origen de todas las epopeyas y la primera concreción de los valores espirituales que rigen el mundo occidental. A través de la narración de los actos heroicos en los últimos días del sitio de Troya, Homero nos hace ingresar a temas centrales de la cultura occidental: ¿por qué se producen las guerras?, ¿quiénes toman las grandes resoluciones que afectan a los pueblos?, ¿decidimos nosotros nuestro destino o lo hacen poderes superiores? Preguntas a las que respondió esa obra de hace 2.700 años. ¿Cómo interpreta un griego actual ese espíritu milenario? Stathis Livathinos crea un atractivo espectáculo. Una alta escalera de caracol parece unir el cielo de los dioses con la tierra; los 15 actores se multiplican para representar a dioses y hombres; sus movimientos y la fuerza de la música nos sugieren la violencia de la guerra; la voz del rapsoda se divide en múltiples narradores que hablan por sí mismos o describen los hechos. Pero aunque las acciones las deciden los dioses, no les vemos majestad; las corazas de los héroes se describen como resplandecientes, sin embargo lo que vemos son gastados trajes militares de hoy; en lugar de los cascos insignes, tienen modestas gorras del presente. La acción no se sitúa en los campos de batalla sino en un desván lleno de neumáticos de desecho. Es una interpretación escéptica respecto de dioses y jerarquías. Los parlamentos tienen altas resonancias para la cultura occidental, pero el espectáculo es parco en el empleo de recursos escénicos, la versión es más narrativa que teatral. Ayuda a refrescar la lectura de ese texto fundamental, pero no llega a expresar su grandeza.
"Las Olas"
Virginia Woolf escribió su novela "Las Olas" en 1931. En su momento fue una obra de experimentación que rompió los esquemas de la narrativa. Sus personajes parecen dialogar entre ellos pero, en realidad, expresan monólogos interiores. Inauguró lo que luego fue "la corriente de la conciencia". ¿Por qué someterse a armar historias cuando lo realmente importante para uno son las sensaciones y pensamientos que irrumpen fragmentarios en nuestra conciencia? Virginia Woolf desarrolló una prosa poética de la más alta jerarquía. Llevar a escena esa obra fue el desafío que asumió la joven actriz portuguesa Sara Carinhas al enfrentar su primera dirección teatral. El resultado es una puesta en escena delicada, centrada en el poder de la palabra poética y del monólogo interior. Si se trata de desdramatizar y producir diálogos aparentes, tendencia actual del teatro, esta obra es un buen ejemplo, pero para quienes intenten ingresar ahora al mundo poético de Virginia Woolf puede ser una experiencia extenuante.
"Cenicienta"
Joël Pommerat, francés que dirige esta compañía francófona en Bélgica, da en "Cenicienta" una mirada crítica y humorística al mundo contemporáneo. Amplía el relato y lo actualiza. Observa las deterioradas relaciones actuales y las proyecta a esta familia. Transforma al hada madrina en una ilusionista cuyos trucos le salen mal. La visita al palacio es el premio de uno de esos sorteos que ofrecen una velada con personalidades. En la fiesta en el palacio, el príncipe canta como en un programa de buscatalentos. Y lo que sirve para el reconocimiento posterior no es el zapatito de cristal de Cenicienta, sino uno de los zapatos del príncipe. Finalmente, después de reconocerla como la niña buscada, Cenicienta y el príncipe mantienen correspondencia por internet. Humor francés, fino, sugerente, lejano al chiste y profundamente crítico. Así como los cuentos infantiles suelen contener una inadecuada dosis de horror y violencia, este aparente cuento infantil es una corrosiva ironía sobre la sociedad actual.
"Noche de Reyes"
Teatralidad pura, juego escénico es esta comedia de Shakespeare que sirve a la compañía hindú, dirigida por Atul Kamar, para hacer una atractiva obra musical, llena de colorido y animación, en la que se permiten ironizar sobre la creatividad del máximo dramaturgo inglés. Comienzan con un saludo a la deidad que preside el acto, una imagen de iconografía hindú en la que reconocemos los rasgos de Shakespeare. De allí en adelante se suceden las ironías sobre esta trama dislocada, que les sirve para mostrar toda su vitalidad popular y sugerir, con picardía, que hasta el máximo genio del teatro de sus colonizadores ingleses creaba tramas incoherentes.
Junto a una muy variada proposición de teatro, danza, música, artes plásticas, talleres y sesiones de análisis, las obras de Santiago a Mil muestran indicios sobre tendencias actuales, lo que enriquece la experiencia de los espectadores y sugiere otras perspectivas a nuestro teatro.