Después de transcurridos veinte años desde su libro Historia personal del miedo (1994), Thomas Harris ha publicado una segunda colección de cuentos con el extraño título de Sueños sin párpados . Se trata de nueve historias cuyos argumentos se acomodan a diferentes formas de narración breve, pero cuya unidad temática -alucinaciones dentro de pesadillas- queda explícita en el relato que cierra y presta título al volumen: un ex funcionario de la administración pública explica al narrador que desde el momento de la jubilación sus párpados se han adelgazado hasta la transparencia y que, como resultado, su visión del mundo circundante se ha convertido en una pesadilla donde se superponen realidades de diferente y opuesta naturaleza.
En la estructura de los cuentos de Sueños sin párpados encontramos los rasgos más notorios de la personalidad artística que Thomas Harris ha proyectado en nuestra literatura desde la década de los años ochenta. Su estilo es el resultado de un minucioso trabajo de construcción donde las alusiones culturales juegan con frecuencia un papel importante para establecer el sentido del texto, y donde el lenguaje es exprimido a veces hasta el punto en que puedan entregar las más imperceptibles posibilidades de significación. Así sucede, por citar un ejemplo, en el relato "A quien esté harto". Pero el acto de narrar es mucho más que eso: es el fruto de una relación donde narradores y destinatarios asumen responsabilidades compartidas. Por lo mismo, las voces narrativas de Sueños sin párpados no permiten el distanciamiento de su lector. En este sentido, son cuentos demandantes. En algún relato lo instruyen sobre la actitud que debe asumir para la efectividad de lo que pretenden comunicarle: "el lector deberá tener paciencia y soportar las necesarias interpolaciones y digresiones que preceden el núcleo de mi relato"; en otras oportunidades pueden sugerirle ciertas conductas a seguir, o en otros, incluso, convertirlo en un participante activo y fundamental del mundo imaginado dentro del relato: "Por lo tanto, lector, quédese aquí, en esta arista del farallón y no descienda ningún metro más. No quiero que muera. Si usted muere, estos acontecimientos también mueren, se suman en la Nada, como en un fundido cinematográfico".
El meticuloso proceso de construcción que da origen a los cuentos de Sueños sin párpados obedece, sin duda alguna, al propósito más característico y sobresaliente de la literatura de Thomas Harris: su obsesión por revelar el horror que ocultan las trivialidades de nuestra vida cotidiana presente, o de la que podría ser posible en distópicos futuros, y diseña una mirada donde a ratos se siente despuntar un indudable humor lúgubre. Cito algunos ejemplos. A la sombra de una frase de Baudelaire se instala un mundo orwelliano y deshumanizado donde un muchacho comete el delito de buscar la tumba de su madre en una sociedad formada sólo por harapientos y síndicos de quiebras que engendra la Gran Manufacturera Ora Pro Nobis. Dos animales de pesadilla se acometen violentamente en un paisaje apocalíptico que el lector contempla con los ojos de un dios caído en los infiernos de la radiactividad. Los cantos gregorianos sirven de telón de fondo al imprevisto desenlace de los propósitos de un psicópata sexual de violar y asesinar a una joven bañista en una playa solitaria. El propio Harris se personaliza como narrador y partícipe de "El Cristo barroco" para dar veracidad a una historia de tenebrismo gótico, la más fantástica y macabra del volumen. Realidad y ficción vuelven a superponerse en un bar de Chiloé, donde el autor planea escribir cuentos que alteran el destino de personajes famosos fallecidos.
Thomas Harris es considerado como una de las figuras más importantes de la llamada generación de poetas de los años ochenta. Sus cuentos son escasos, pero sus méritos, al igual que los de su poesía, son sobresalientes. Se admira su impecable arquitectura, la fuerza de su estilo, sus alucinantes atmósferas, que logran, sin lugar a dudas, los propósitos del autor: alteran, inquietan, sobresaltan.