Razones de tiempo y espacio obligan a comentar juntas las dos últimas exhibiciones de Galería D21. La primera correspondió a dibujos a tinta china, en blanco y negro, de Eugenio Dittborn. Parten ellos de historietas cómicas, de imágenes caricaturescas suyas del ayer. A partir de cada una, emprende grupos de variaciones lineales, donde vuelca el vigor incisivo de sus trazos, el tratamiento monumental de la composición en relación con el espacio circundante. Parecieran entregársenos algo de la intimidad del destacado artista. Dos grupos se dejan admirar especialmente. De ese modo, la serie "El náufrago" penetra hondo en la situación y el personaje, cuya rica figuración integra neoconstructivismo, minimalismo y una pizca de aire oriental. Un humor encantador poseen las imaginativas variaciones alrededor de "El pintor". Tampoco faltan los diálogos agresivos, tanto en lo argumental como en el aspecto formal. La serie numerosa del joven con corbata sabe complementar el ánimo risueño con ciertos instantes que tocan lo dramático, todo eso a través de cierto romanticismo en la factura, sobre todo en el claroscuro. Si las visiones de la calavera se convierten con toque mordaz en desintegración cadavérica, el conjunto fechado en febrero de 1993 constituye una personal penetración dentro del ámbito neoexpresionista.
Fotografías y video de distintos fotógrafos, que registran acciones de arte de Pedro Lemebel, constituyen lo que hoy día nos propone D21. Algunas de estas obras resultan reconstituciones de actuaciones llevadas a cabo hace décadas. No obstante, todo el material documental mostrado vale por sí mismo y, por cierto, interesa. Es que, a lo largo de su labor visual, el expositor ha logrado la proeza de magnificar su propia singularidad, transfigurándola en arte. Si en apariencias un trabajo creador semejante busca golpear al espectador, haciendo arder territorios de nuestra superficialidad burguesa, de un modo inconsciente o voluntario su obra apunta mucho más allá que eso. En efecto, se vislumbra en lo profundo de la expresividad del autor ese anhelo tan humano de trascendencia, concretado acá en una manera peculiar de purificación redentora. Tenemos aquí dos ejemplos tangibles de ello: uno aplicado a los demás; el segundo, a sí mismo. Más evidente, el primer caso se deja ver en "Pisagua" (2006), verdadera ceremonia fúnebre en memoria de compatriotas desaparecidos debido a circunstancias lamentables. Así, frente a la quietud de un mar sereno, asistimos al tránsito solemne de Lemebel, siempre vestido de negro y con sus zapatos de tacón alto en la mano, vertiendo agua sobre un paño blanco que convierte su paso en huellas de sangre.
Si antes fue el líquido purificador, en la segunda obra -el estupendo "Desnudo bajando la escalera" (2014)- es, con miras de eternidad, el fuego el más directo reivindicador del propio artista. También fotografía de Pedro Marinello resulta "Araña de rincón" (2014), sintética y elocuente escena sin color, donde el desplazado, el marginal, se reviste de indudable grandeza visual. Belleza original y vibrante se desprende, sin duda alguna, de las obras antes comentadas. Pero, además, el artista sabe reírse de sí mismo; nos lo comunica, asumiendo la pose de una diva extravagante, en "Caimán" (1990-2014). Su sentido teatral interpreta, entretanto, un rol travestido en el par de personificaciones de Frida Kahlo -¡esas cejas ornamentadas!, otro aporte acá en blanco y negro de Marinello. Retratada por este fotógrafo, una acción de arte (2014) también otorga al fuego el encargo de consumir -junto al Cementerio Metropolitano- al mismísimo abecedario, suponemos incluyendo su implicancia conceptual. Manido y menos personal emerge el San Sebastián (1989): la intervención de jeringas en el cuerpo del mártir ha sido vista con no poca frecuencia, aunque en otras manos.
Nueva pintora en el centro cívico
La Sala de Arte Las Condes nos depara una sorpresa: Pía Subercaseaux. Si sus óleos y tintas sobre madera del presente año la revelan como una pintora hecha y derecha, un hermoso y breve texto del pintor, también porteño, Gonzalo Ilabaca, la presenta. Ante todo, encantan los paisajes. Aunque dentro de la línea paisajista tradicional chilena -Abarca, Burchard, por ejemplo-, la figuración de la joven autora porteña sabe imponerse a través de una mirada de intimismo arrebatador y de un despojo narrativo muy personales. Destaquemos, así, "Espino" y "Contraluz". O aquellos cuadros donde el panorama adquiere un eco cósmico -"Conguillio"- o donde el negro marca un efecto dramático intenso. Por su parte, un sin título con similar temática se declara abiertamente expresionista, mientras "Paisaje rojo" exalta otra virtud capital de Subercaseaux, la protagónica vibración cromática producida por un solo color predominante. Esta última característica enciende asimismo, y dentro del claro grado de fauvismo que muestra el conjunto expuesto, a "Pájaros", a "Jotes I".
"Arder"
Registro documental de acciones de arte, emprendidas por Pedro Lemebel en fechas diferentes
Lugar: Galería D21
Fecha: hasta el 8 de enero de 2015
"Ricordarti di me, che son la Pía"
Atractivos paisajes de una nueva pintora, Pía Subercaseaux
Lugar: Sala de Arte
Las Condes
Fecha: hasta el 24 de enero de 2015