Podrán buscarse todos los eufemismos posibles para describir el tipo de contenido que el nuevo reality de Mega trae a la pantalla del canal que ha ganado el liderazgo de 2014, pero nada lo define mejor que la palabra burdel.
"Amor a prueba" está lejos de ser un programa donde una verdadera relación amorosa -de las escasas que hay en el casting ofrecido- venga a soportar más examen que el de un test de transmisión sexual. La infidelidad -por cierto, carnal- es el motor dramático que propicia la producción del espacio a través de la contratación de figuras nacionales e internacionales, dispuestas a todo lo que se relacione con la sexualidad. En apenas tres capítulos, el espacio ya ha mostrado juegos sexuales, bailes eróticos, camas colectivas y hasta un matrimonio entre desconocidos; pero no ha exhibido imágenes de la noche nupcial.
Y esa es la principal interrogante que "Amor a prueba" instala desde su debut. Imposible no preguntarse si el espacio que lideran ex ejecutivos de Canal 13 -Ignacio Corvalán y Patricio Hernandez-, ahora liberados de presiones editoriales, cruzarán la barrera del sexo real en televisión.
Con escasos y más bien sugeridos antecedentes en Chile -"Pelotón" y "Gran hermano"-, nunca un reality de encierro -producción y participantes incluidos- había parecido tan dispuesto en recursos y casting a llegar a ese límite del pudor.
Y la respuesta a esa interrogante no es menor, pues definirá a cabalidad lo que el nuevo Mega será dentro de la televisión de aquí en más.
Si se tratara de coherencia de contenidos, la respuesta obvia es que "sí": que este reality, que tuvo una partida de escarceos y devaneos en Las Vegas, Cartagena de Indias, Miami y España, debiera incluir escenas de cama por simple continuidad de la narración. Ahora, si se tratara de coherencia programática, el desafío es mayor.
Mega se transformó en un fenómeno de audiencia este año gracias a teleseries turcas que, a un costo infinitamente menor que este reality -y a un rating sobradamente mayor-, cautivaron a los televidentes con romances donde el amor tenía más que ver con la emoción profunda y la defensa de la dignidad, que con la vana sexualidad.
Ese éxito se vio reforzado por espacios como un matinal alegre y una estupenda teleserie nacional de corte familiar. Es innegable que "Mucho gusto" y "Pituca sin lucas" parecían ser parte del mismo canal que "Las mil y una noches" y "Fatmagül". "Amor a prueba", sin embargo, solo parece ser parte de un arrebato programático sin demasiada conciencia de la necesaria construcción de una identidad que vaya más allá de un fenómeno que -tal como se entiende la intimidad en este reality - puede terminar por revelarse casual.