Llama la atención cómo se adecúan las esculturas recientes de José Vicente Gajardo a las dimensiones peculiares de Galería A.M.S. Marlborough. También, la preponderancia de la corporeidad oval, la elipsis preñada de energía interna. Podría asociarse a una especie de compacta semilla ideal, capaz de hacer relucir las propiedades innatas del material utilizado. Asimismo dominan ahí los dúos de granitos gris con negro o, más bien, con gris muy oscuro y los diálogos de plena armonía plena de texturas: entre grano grueso o entraña pétrea apenas desbastada, conservadora de su tosquedad natural, y la capacidad sensorial del suave grano pulido. Estamos, pues, frente a ensamblados perfectos, frente a curvas volumétricas inundadas de luz, frente a superficies donde sentimos estampado el calor de la labor manual. Más que la domesticación de la piedra, pareciera tratarse de una refinada transfiguración emprendida con amor.
Con frecuencia, perforaciones más bien pequeñas enriquecen, de manera enigmática, estos bloques a menudo cerrados en sí mismos. Pueden alcanzar estas poco más allá de la epidermis -las hermosas "Forma V" y "Forma XVIII"-, ahondar hasta una profundidad inesperada -"Forma XXIII", capaz de evocar una insondable pila de agua- o traspasar con delicadeza el volumen -"Forma I"- aproximándose a la maqueta arquitectónica. En alguna medida también participa de este último atributo, por encima de su simplicidad y reducida dimensión, "Forma VII" con su aire soñador. Dentro del mantenido nivel de calidad del conjunto, debe agregarse a las piezas recién anotadas "Mesa". Constituya un gran peñasco contundente, mayoritariamente en bruto, cuyo exterior aparece cubierto por una coloración anaranjada, producto de las oxidaciones propias del clima cordillerano. En cambio, el trabajo de cortes rotundos, límpidos, horizontales y verticales, que lo han intervenido desentrañan los grises naturales de su interior. Su estado actual le otorga sabor precolombino, asociable acaso con los célebres bloques cuzqueños. Mientras tanto, "Encuentro" resulta la escultura más compleja de la exhibición, completada por dos bonitos mármoles blancos.
Asimismo esculturas nos propone Magdalena Atria en la cercana Galería XS. Es cierto que sus anteriores elaboraciones multicolores, debido a la materia empleada podrían manifestar un modo de escapar de las formas planas, hoy día se ubica de lleno dentro del ámbito volumétrico. Sus 14 cerámicas presentes transitan a un cromatismo muy mitigado, si bien ello no quita que el color siga desempeñando un rol central. Así uno o dos colores, sobre todo oscuros, metálicos o con solo la coloración del material, tiñen corporeidades asociables ya a vegetaciones naturales -mohos, hongos, etc.-, ya a exóticos meteoritos, ya a cerradas floraciones coralíferas, ya a formas viscerales de organismo animal. Las obras más atrayentes corresponden a aquellas que contrastan superficies opacas y brillantes, a las dotadas de azul vibrante o a ese trabajo que opone paralelepípedos filosos con masa informe. Respecto al mural ejecutado mediante hilos de lana de color, nos parece un ensayo lineal menos significativo.
Roa en el Bellas Artes
Aunque hace poquísimo tiempo atrás la Corporación Cultural de Las Condes dedicó una amplia exposición a Israel Roa (1902-2002), ahora el Museo Nacional de Bellas Artes le ofrece otra, pero de dimensiones mucho menores. Limitándonos a esta última, comencemos por decir que si los dos expositores recién comentados resultan escultores abstractos, nuestro Premio Nacional de hace casi 30 años se sitúa dentro del expresionismo pictórico; este impregna sus paisajes de formas retorcidas y de un dinamismo a veces tumultuoso. Tanto su expresividad dramática -"Atardecer de invierno en Angol" y la genuina "Nevazón", por ejemplo-, como su lirismo tormentoso -Follaje y laguna"-, tanto los óleos y acuarelas en tonos oscuros o de coloraciones más claras convulsionan las figuras, sin restarles en nada la vitalidad del lugar captado.
De los 14 óleos y las 10 acuarelas mostrados debe destacarse, además de las obras antes señaladas, la personal belleza bucólica y a la vez dramática, de "Loicas en Angol"; el fantástico y denso "Árbol con eclipse de luna" -de cierto parentesco, quizá, con el movimiento COBRA-; el "Paisaje alemán" y su cromatismo radiante. De similar nivel de calidad, las acuarelas dejan ver la levedad húmeda de "Arboleda", la frescura y vigor visual de "Bella playa", "Paisaje" y sus obsesivas filas arbóreas. Sin duda, las naturalezas muertas y las flores del pintor resultan bastante más superficiales. Pero, además, se encuentra aquí Roa acompañado por un grupo numeroso de pintores contemporáneos suyos. La decisión nos parece discutible: las grandes diferencias estilísticas existentes con él, y entre sí, vuelve heterogéneo al conjunto y, sobre todo, el homenajeado no requería compañía alguna.
"Origen"
Transfiguraciones de la piedra realizadas con amor por J.V. Gajardo
Lugar: Galería A.M.S. Marlborough
Fecha: hasta el 31 de diciembre
"La montaña movediza"
Flamantes cerámicas de Magdalena Atria, capaces de evocarnos tanto floraciones terrestres como meteoritos
Lugar: Galería XS
Fecha: hasta el 27 de diciembre
"Israel Roa y los pintores del medio siglo"
El atractivo de 14 óleos y 10 acuarelas expresionistas de un pintor que no necesita acompañamientos
Lugar: Museo Nacional de Bellas Artes, Sala Chile
Fecha: hasta el 11 de enero de 2015