En Alfredo Jaar maduro, los intermediarios simples logran provocar efectos expresivos complejos. Y lleva a cabo cada una de sus empresas con poderoso rigor y un sentido admirable del desarrollo formal. Esa elegante sencillez, ese equilibrio suyo perfecto respecto a espacio y tiempo ya nos lo ha demostrado en Santiago, sobre todo mediante su exposición de años atrás en Fundación Telefónica y después, de manera permanente, en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Hoy día, Galería Patricia Ready permite volver a comprobarlo. Así, dentro del más adecuado de los montajes -desde la coloración ambiental hasta la propia ubicación de su instalación allí- nos entrega un gran cubo gris oscuro -auténtica arquitectura actual-, de limpidez marmórea y donde se integran con plena armonía los recursos tecnológicos. Si la parte posterior del volumen se cierra con un parejo muro de deslumbrante luz blanca, el ingreso a su interior ordena el tránsito con el par de colores de rigor. En medio de la oscuridad, una vez dentro, comienza el espectáculo.
A través de un video de la más justa duración leemos un relato en blanco y negro donde la palabra impera -como buen trabajo conceptual- escrita con la neutralidad documental de la vieja máquina de escribir. Conocemos, entonces, la odisea del fotógrafo sudafricano, a cuyos ideales humanitarios consigue imponerse la deformación profesional, terminando en el suicidio a causa del remordimiento. Es la terrena lucha entre el mal y el bien dentro del alma humana. Pero en medio del lirismo trágico narrado estalla el color pálido de la imagen delatora: aquella fotografía célebre de la niñita desnutrida y famélica frente a la espera brutal de un buitre hambriento. Sin embargo, ante situación semejante el periodista no tomó partido, en pos de la frialdad culpable de una buena instantánea sujeta a comercio.
Otros dos aportes de Jaar complementan la presente instalación. Uno se fundamenta en la imagen: tres retratos de defensoras de la mujer. Tanto la india como la africana y la asiática parecen manifestar su discreción mediante el empleo del formato pequeño en medio del contrastante despliegue luminoso, aparente símbolo del sensacionalismo periodístico. Multicopias que se regalan de un texto en blanco y negro: "Una fotografía no se toma, se hace" resulta el segundo trabajo, manifestación nacida acaso de la larga experiencia ejecutora del expositor.
Que Lorenzo Moya pinta muy bien, ¡qué duda cabe! Tampoco que sus hermosos paisajes inundados por la circunstancia onírica constituyen lo esencial suyo. Su mirada genuina, en esta ocasión -Galería La Sala- resulta afectada por la sobreactuación iconográfica. En efecto, la concurrencia eventual de un exotismo narrativo -los personajes japoneses- quita unidad, vuelve heterogéneas a sus pinturas. Basta que el espectador borre, de manera imaginaria o tapándola con sus propias manos, tales figuras, para que el cuadro adquiera una hermosa plenitud. Por ejemplo, en "Qué sabes tú de belleza" es más que suficiente la presencia del precioso arbusto florido, con la distorsión soñadora de la pequeña casita azul que cobija. Estas figuras son suficientes para que opere, de inmediato, el encanto surrealista del lienzo. Lo mismo sucede con "Mar de rosas", cuyos botes floridos, cuyo vapor y florero flotantes sobre el mar constituyen protagonistas sin necesidad de acompañantes. Por ello, el panorama con el varón occidental y el ave volantes encima de espirales acuáticos al modo de Van Gogh, o el mismo tipo de hombre ahora acompañado por perro y ramos de flores, manifiestan su poesía visual sin contratiempos. Esta última cualidad una vez se da el lujo de mostrarse dentro del mayor despojo argumental, en el ensimismado y bonito óleo "En el fondo de la laguna".
Prácticamente al lado del recinto anterior, el escultor Javier Arentsen expone en Galería Artespacio. Hecho curioso, resultan mucho más atractivas, más novedosas las mayoritarias matrices mostradas que los dos bronces definitivos concurrentes. Esto vale sobre todo para las piezas en formato menor, donde la conjunción madera y cuero surge plena de sugerencias viscerales, donde las formas -con su vacío interior incluido, por supuesto- parecen prolongarse, misteriosas, más allá de lo que alcanza a captar nuestra vista directa. Su efecto táctil, entretanto, impele a tocarlas y sentir directamente en nuestros dedos sus distintas texturas. En cuanto a las piezas de gran tamaño, construidas con madera y latón como encofrados para hormigón, consiguen hacer valer su sentido armonioso de una movilidad casi arquitectónica.
"El sonido del silencio"
Con la simplicidad de las esencias formales, Alfredo Jaar nos entrega un silencio de la máxima elocuencia conceptual.
Lugar: Galería Patricia Ready
Fecha: hasta el 23 de enero de 2014
"Qué sabes tú de belleza, si anduviste siempre entre las flores..."
Algunos bellos paisajes con situaciones de onírica expresividad, de Lorenzo Moya.
Lugar: Galería La Sala
Fecha: hasta el 29 de noviembre
"La transubstanciación del vacío"
Sugerentes matrices en madera y cuero con el vacío como otro protagonista.
Lugar: Galería Artespacio
Fecha: hasta el 6 de diciembre