Dan Brown publicó Ángeles y demonios en el año 2000, iniciando una tetralogía que continuó en 2003 con El código Da Vinci , El símbolo perdido en 2009 e Inferno en 2013. El código Da Vinci cuenta más de ochenta millones de ejemplares en cuarenta y cuatro idiomas. El sensacionalismo que se despertó alrededor de su publicación (entre otras cosas, Dan Brown fue acusado de plagiario, de hereje y de enemigo de la Iglesia Católica) ha tenido beneficiosas consecuencias, ulteriores incluso, para los tres volúmenes restantes: despertó el interés por la lectura de Ángeles y demonios , que no había logrado mayor éxito cuando apareció por primera vez, y elevó las ventas del total de la colección a la increíble cifra de doscientos millones de ejemplares publicados en cincuenta y dos idiomas. Dan Brown se ha convertido en uno de los escasos multimillonarios de la literatura; con razón ha declarado después de publicar Inferno que escribirá nuevas novelas con las aventuras de Robert Langdon, el protagonista de la tetralogía.
El éxito desmesurado de estas novelas obedece a la no menos increíble sencillez de una fórmula tan vieja como el vino tinto: proponer historias alternativas mediante la acumulación de las desenfrenadas aventuras, rayanas a veces en la inverosimilitud, de un personaje que debe superar obstáculos de todo tipo para solucionar un enigma y evitar una catástrofe inminente. Son la versión contemporánea de las antiguas "historias mentirosas" que alejaban a los pasmados auditores medievales de sus miserias cotidianas para deslumbrarlos con reinos de maravilla, hermosas princesas e invencibles héroes de fantasía (recordemos que en esos años los relatos eran escuchados más que leídos). Y si se ambienta el enigma con algo de historia alternativa: por ejemplo, quién fue realmente María Magdalena o dónde se encuentran los restos mortales de Jesús o de su madre, el éxito comercial debiera estar asegurado. No es de extrañar, entonces, que -al igual que ocurrió con El exorcista , publicada en 1971 por William Peter Blatty- haya surgido durante los últimos diez años una tendencia narrativa internacional cuyo propósito es simplemente atraer a los lectores que buscan sumergirse en torbellinos de entretención reproduciendo la misma fórmula que tan buenas utilidades le ha deparado a Dan Brown.
A esta genealogía literaria pertenece Logia , la reciente novela de Francisco Ortega (Victoria, 1974). Bane Barrow es "el escritor más exitoso del mundo" y sus novelas han dado origen a una dinastía de "bane barrows" de distintas nacionalidades. Uno de ellos es Elías Miele, el protagonista de Logia , a quien llaman el "bane barrow" chileno (aunque él prefiere denominarse "latinoamericano"). Diría de paso que algo encontramos también de la trilogía de Stieg Larsson en la configuración de Princess Valliant, un personaje que recuerda inicialmente a Lisbeth Salander, pero que con buen acierto narrativo sigue después su propio derrotero en la historia. Asimismo, quizás algún eco del misterio de La última cript a, de Fernando Gamboa.
Es muy difícil resumir en pocas palabras el complejísimo, tumultuoso y dinámico argumento de Logia , compuesto de escenas que quieren satisfacer a todos los gustos. Anotaré solamente que se trata de un hacinamiento de conjuras, intrigas, traiciones y situaciones engañosas que hunde sus raíces en los idearios que la Logia Lautarina no pudo llevar a efecto, pero que han llegado hasta nuestros días convertidos en los secretos y tenebrosos proyectos de La Familia -organización religiosa conocida antes como National Committee for Christian Leadership- para destruir el poder que la Iglesia Católica ha adquirido en Latinoamérica gracias a la popularidad del culto mariano.
Logia es un relato que reconoce con honestidad su identificación con la narrativa de Dan Brown, en especial con El código Da Vinci . Es imposible no descubrir su resonancia en el propósito de Logia : sugerir una historia alternativa a la historia oficial; así como en el simbolismo de la mayoría de sus situaciones, en la caracterización de sus personajes principales, en su composición narrativa y en el desarrollo de su argumento, desenlace incluido. Novela escrita para entretener. El lector no debe avanzar más lejos.